El Asilo Cualla: Asilo y Refugio para mendigos en Bogotá (1886-1890)

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El Asilo Cualla: Asilo y Refugio para mendigos en Bogotá (1886-1890)

Por: jstorres
Publicado el: Abril 2018
Una de las preocupaciones centrales de los gobernantes de Bogotá durante muchas décadas fue la de la mendicidad. La última década del siglo XIX no fue la excepción y bajo el mandato del Alcalde Higinio Cualla, los dirigentes de la ciudad asumieron el reto de crear y mantener un espacio para auxiliar a mendigos.

¿Por qué un asilo?

El Registro Municipal, órgano oficial del distrito, publica el 5 Julio de 1889 una declaración del alcalde Higinio Cualla sobre su apreciación de la mendicidad en la ciudad:

“Debe haber muchos miserables es una población que excede de cien mil habitantes, donde los medios de subsistencia escasean, que no tiene grandes fábricas ni extensas industrias productivas, ni movimiento comercial notable”.

En varios de sus pronunciamientos entre 1886 y 1890, el alcalde asociará la presencia de mendigos en las calles a la combinación de una gestión pública que no es lo suficientemente buena con la existencia de tendencias “desviadas” o “criminales” que ,a su juicio, son latentes en la sociedad. En sus observaciones en un informe entregado el 30 de Enero de 1890 a la ciudad, alega la falta de un espacio penitenciario especial para menores de edad.  Se refiere a los niños que vagan por las calles de la ciudad en primer lugar y luego a aquellos que han cometido “delitos” de la siguiente manera:

“Entregados desde la edad tierna al ocio y acostumbrándose a mezclarse con gentes de las peores condiciones, en especial con los ladrones rateros, que pululan en la ciudad, no puede esperarse que cuando lleguen á ser hombres sean honrados, ni se puede tampoco, por lo menos moralmente, hacerlos responsables por entero de sus malos actos, pues ellos no tienen la culpa de haber nacido pobres ni por haberse criado, por esa causa, dentro de una atmósfera que daña lo que rodea. De los segundos, ellos se enfrentan a la cárcel o al Panóptido (sic.) quizá por una falta de poca importancia, ignorantes de lo que en realidad es el crimen; pero entre los condenados y demás presos encuentran maestros en el arte de delinquir, reciben de ellos lecciones que se les gravan indeleblemente, ya por la edad, ya por la inclinación natural al mal, y antes que salir de la prisión corregidos ó enmendados, salen con el cuerpo de niños y el alma de bandidos”

Las consideraciones del alcalde Higinio Cualla así expresadas, nos conducen a situar el problema entre al menos dos ideas presentes en el momento. En primer lugar nos encontramos con la práctica de la beneficencia y la caridad cuya idea de fondo es la filantropía o la ayuda desinteresada al desamparado, la mayoría de las veces, a través de donaciones y regalos por parte de renombradas familias de la ciudad. En segundo lugar está la fe en la educación institucional como medio para “reformar” y así vista se propone como justificación para crear espacios de intervención sobre las vidas de los criminales, mendigos e infantes; incluso si dichas intervenciones deben realizarse en confinamiento. En definitiva, nos encontramos con una sociedad que le apuesta a los asilos porque cree que en ellos es posible llevar a cabo su ideal de formación de ciudadanos.

De la “Junta Protectora de Mendigos” a “La Sociedad”

Son muchos los esfuerzos que venía realizando la ciudad por atender a personas en estado de enfermedad y mendicidad, entre los cuales habría que mencionar el papel que desempeñó el hospital San Juan de Dios ya desde 1564. Sin embargo, para el siglo XIX es importante destacar algunos antecedentes en este campo: Hacia 1833 se crea una Casa Refugio que tiene como intención orientar la acción de beneficencia a la educación y formación ciudadana. En 1869 se crea la Beneficencia de Cundinamarca para fortalecer el papel público en la asistencia social con los hospicios, los asilos y los hospitales; siempre actuando de la mano con la junta de higiene. En 1874 se establece el Hospicio de la ciudad.

 

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Sin embargo, y con estos esfuerzos, la mendicidad seguía preocupando al Concejo Municipal. Por esta razón, el 31 de Agosto de 1886 se creó el Refugio de Mendigos mediante el acuerdo no. 32 del año en curso. En este se destina un edificio para su funcionamiento y la creación de una Junta Protectora de Mendigos, encabezada por el alcalde Higinio Cualla. Esta junta debía anudar esfuerzos para conducir a los mendigos al refugio que estaría dividido en dos áreas, una para hombres y otra para mujeres. Los niños y niñas deberían ser conducidos a asilos infantiles.

Desde el inicio de este proyecto, se tenía la ambición de que el refugio contara con su espacio hospitalario, pero mientras fuese posible, se atenderían a los enfermos curables en el hospital San Juan de Dios. Además, la llamada “contribución de puertas”, un impuesto por las puertas de las casas de la ciudad, se destina a partir de aquí para beneficio del refugio. Este dinero, junto al de donaciones y el del gobierno de Cundinamarca serían administrados por la junta.

Durante casi dos años, el proyecto se pone en marcha y la junta entrega al Concejo informes continuos de sus movimientos. Sin embargo, el proyecto duró poco y mediante el acuerdo número 5 de 1888 emitido en el mes de abril, se suprime la junta y se pone la administración en manos del alcalde Higinio Cualla. Mediante el decreto número 7 del mismo año se especifica que la fecha de supresión de la Junta fue el 1 de mayo u que en adelante el síndico-tesorero, Aurelio Uribe B.,  responderá por los presupuestos y controles de gastos. La medida fue transitoria, pues era necesaria una administración que adelantara los proyectos de ciudadanía  que se esperaban del refugio. El síndico-personero siguió entregando sus cuentas hasta que el mes de octubre del mismo año se cedió la administración.

Por medio del acuerdo 22 de 1888 se le da la administración del refugio a la “Sociedad de Hijos de la Santísima Trinidad”, una agrupación de personas que el documento describe como numerosas y que ejercía la caridad sin querer lucrarse. Fueron elegidos tras una solicitud hecha por la sociedad misma porque eran vistos como aquellos que podrían no sólo administrar el lugar sino ofrecer el “mejoramiento” que las personas requerían. El ahora llamado Asilo Cualla quedaría bajo su tutela y además debían realizar las funciones del extinta Junta Protectora de Mendigos, recibiendo el apoyo del alcalde y la policía para la realización de su labor, principalmente respecto al traslado de las personas al asilo. Respecto a niños y niñas, se mantiene la orden dada a la junta mediante el artículo 7 de este acuerdo:

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“La sociedad expresada recogerá ó hará recoger á los niños de ambos sexos que andan vagando por las calles, al parecer abandonados, y los hará conducir al establecimiento ó departamentos apropiados para colocarlos allí; pero mientas faltan esos departamentos, solicitará su admisión en los Asilos de niños y de niñas desamparados que existan e la ciudad, cuidando, en tal caso, de pasar á los respectivos asilos las raciones diarias que se exijan; bien sean por contrato ó por administración”.

Igualmente, se les asigna el beneficio de la contribución de puertas que en este acuerdo es detallado de la siguiente manera:

Barrio

Tipo de Casa

Contribución mensual

La Catedral

Casa Alta

50 centavos

Casa Baja

30 centavos

Otros barrios

Casa Alta

30 centavos

Casa Baja

20 centavos

Tiendas (Cualquier Barrio)

 ---

No pagan

Esta contribución iba para el Refugio de mendigos y su recaudación recibiría el apoyo del alcalde y la policía.

Entre varias exigencias para con la Sociedad de Hijos de la Santísima Trinidad, algunas dejan ver con mayor claridad el proyecto que tenía el Concejo con el Asilo Cualla:

  • Dar alimentación de buena calidad, cama, vestido y alumbrado
  • Dar enseñanza religiosa y moral para que cumplan con las prácticas establecidas por la iglesia
  • Enseñarles oficios y mantenerlos ocupados
  • Establecer una escuela para hijos e hijas de mendigos cuando los recursos lo permitieran

El Asilo Cualla sería así incluido en el Departamento de Beneficencia y Recompensas para el cuál había un presupuesto determinado en los gastos del municipio. En este departamento se ubicaba como beneficiado junto al Hospital San Juan de Dios que recibía 100 pesos mensuales para la curación de enfermedades sifilíticas en mujeres, los niños desamparados para quienes se destinaban 100 pesos mensuales, la casa refugio “Jesús,  María y José” que recibía 50 pesos mensuales y el Hospicio al que se le daba dinero de un impuesto que recaía sobre las rifas y los espectáculos. Cabe mencionar que existía un refugio de mujeres en mendicidad ubicado en San Diego, pero este debía recibir dinero del que se destinaba al Asilo Cualla a través de la Sociedad.

El funcionamiento de “La Sociedad”

El 7 de octubre de 1998 la Sociedad de Hijos de la Santísima Trinidad asume el control del Asilo Cualla con un equipo de trabajo compuesto por un administrador, un procurador, una comisión inspectora, un síndico tesorero, un médico, ayudantes de administración, una despensera, personal de cocina y un maestro de oficios.

Como lo ordenó el Concejo Municipal, presentaban a través de su síndico-personero un informe detallado de los movimientos. Estos informes permiten ver los cambios. En primer lugar, hubo incremento en el número de personas asistidas, de 41 asilados del primer día hasta 60 reportados en abril de 1889. Respecto a la salud de los asilados, se reporta el traslado de algunos de ellos al San Juan de Dios, señalando que esta institución no recibía a los enfermos incurables. Para los enfermos cuya gravedad no ameritaba el traslado, existía atención particular brindada por el médico Rodolfo Froes quien, según los documentos, asistía de manera voluntaria a brindar atención hasta dos veces por semana, contribuyendo incluso con los medicamentos. Meses después incluso se construyeron algunas habitaciones en la parte trasera del patio para aislar a algunos enfermos.  

La educación religiosa fue tal vez la labor más exitosa. A los refugiados se les daban lecciones de religión  de y reglas de urbanidad, se les hacía orar mañana y noche y debían asistir a misa a recibir la comunión a templos como el de Las Cruces. También se incluían retiros espirituales en sus actividades.

Sin embargo, algunos problemas empiezan a aparecer. En las calles de la ciudad no parecía modificarse de manera importante la presencia de mendigos y La Sociedad justifica este problema a razón de problemas de coordinación con otras instituciones. Respecto al hospital, se queja de que al enviar enfermos los tratan pero son dados de alta sin ninguna coordinación con el asilo, razón por la que muchos regresan a las calles. Respecto a la policía, señala que no han sido capaces de cumplir la instrucción de transportar a las personas hasta el asilo.

También existieron problemas respecto a la instrucción en oficios, pues el presupuesto no fue suficiente para la contratación de maestros y para  la compra de materiales. De hecho, el presupuesto era siempre variante ante la dificultad del recaudo de la contribución de puertas, que muchas personas no pagaban y cuyos recaudadores renunciaban constantemente a su labor por lo arduo del trabajo. Incluso las donaciones se vieron frustradas en varias ocasiones por falta de voluntad, como sucedió con una obra donada por la Compañía de Teatro cuyas ganancias irían para el asilo, pero que no se llevó a cabo por baja concurrencia. Por eso, sólo se cumplió de manera parcial la orden del Concejo, pues se les pudo mantener ocupados trabajando en los jardines, en la cocina o en labores de refacción del edificio.

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A medida que la gestión de La Sociedad aumentaba, sus tareas se incrementaban. Lograron conseguir un edificio llamado “Dividivi” o “Dividive” (El nombre aparece de manera distinta en varios documentos) que se destinó como asilo para mujeres en mendicidad en Julio de 1889. Por el acuerdo 25 de 1889 firmado en noviembre del mismo año la sociedad se compromete a administrar ahora estos dos edificios y vincula a las “Hermanitas Terciarias” (Una orden capuchina de monjas) para hacer frente al asilo de mujeres. Este acuerdo extiende el convenio por dos años a partir del 1 de enero de 1890.

Sin embargo, y a pesar de que el Concejo estaba entusiasmado con esta idea, fue el mismo Higinio Cualla el que reclamó ante la cantidad de dinero que se estaba destinando, con la siguiente objeción:

“Señores Concejeros: la situación del Tesoro Municipal la juzgáis vosotros , seguramente, más holgada de lo que en realidad está y por ello no meditáis lo bastante, creo, cuando se trata de decretar erogaciones en los fondos públicos; de tal manera, que si éstas continúan aumentando su creciente, no está lejano el día en que vuelva á tener la misma escasez de recursos que en tiempos pasados afligió al Distrito, y en que éste se vea obligado á faltar al cumplimiento de sus compromisos”

El final del Asilo Cualla

La situación presupuestal de la ciudad la hizo tomar medidas para que las tareas llevadas a cabo por el asilo fueran distribuidas en otros lugares y poder hacer usufructo del espacio ocupado. En el acuerdo 7 de 1890 se aprueba un contrato para alimentación de mendigos para que los trasladados a San Diego recibieran sus comidas y pudieran atenderse cuantos tuviera capacidad el asilo.  Aun cuando seguía siendo financiado por el Departamento de Beneficencia y Recompensas y el impuestos sobre puertas, el edificio del Asilo Cualla dejó de funcionar.

Fue por medio del acuerdo no. 8 de 1890 que la sociedad y el concejo deciden rescindir el convenio de noviembre de 1889. Gregorio Salas, presidente de la Sociedad entregará al Municipio el local situado en “Tres-esquinas”  que servía de Asilo. Sin embargo la sociedad continuará administrando el asilo de mujeres del Dividive que está a cargo de las “Hermanas Terciarias” y el Concejo Municipal les dará un auxilio mensual de 250 pesos, ayuda del alcalde y la policía, y ayuda del impuesto sobre las puertas.

El 4 de Junio de 1890, se arrendo el terreno al gobierno departamental por 5 años y por la suma de 840 pesos anuales.

Documentos

Acuerdos del Concejo:

  • Acuerdo 32 de 1886 Concejo de Bogotá D.C
  • Acuerdo 29 de 1889 Concejo de Bogotá

Registro Municipal:

  • 26 abril 1888 : Resolución número 1 de 1888: sobre presupuesto para el semestre de 1º de Enero á 30 de Junio del presente año
  • 30 de abril de 1888: Acuerdo número 5 de 1888.
  • 30 de abril de 1888: Decreto número 7
  • 14 de mayo de 1888: Junta de Mendigos, relación de las operaciones de caja de la tesorería.
  • 20 de julio de 1888: Resumen de las cuentas de la tesorería del Asilo.
  • 20 agosto de 1888: Junta Protectora de Mendigos. Presupuesto.
  • 15 de octubre de 1888: Acuerdo número 22 de 1888 sobre creación de Refugio de Mendigos.
  • 31 de diciembre de 1888: Acuerdo número 30 de 1888. Presupuesto de gastos y rentas para la vigencia de 1889.
  • 14 de enero de 1889: Informe del presidente de la Sociedad de Hijos de la Santísima Trinidad.
  • 30 de abril de 1889: Asilo de Mendigos. Informe del presidente de la Sociedad de Hijos de la Santísima Trinidad.
  • 5 de julio de 1889: Informe del Alcalde del distrito al H. Concejo Municipal.
  • 9 de junio de 1889: Voto de gracias
  • 15 de enero de 1890: Contribución sobre puertas.
  • 30 de enero de 1890: Informe del Alcalde de Bogotá
  • 10 de mayo de 1890: Acuerdo  número 8 de 1890. Por el cual se destina un auxilio al hospital de caridad.
  • 29 de mayo de 1890: Acuerdo no. 8 de 1890. Por el cual se reforma el contrato celebrado con la Sociedad de Hijos de la Santísima Trinidad.
  • 7 de junio de 1890: Acuerdo número 10 de 1890 aprobatorio de un contrato sobre arrendamiento.
  • 11 de marzo e 1891: Concejo Municipal. Proposición aprobada por el Concejo.

Referencia

De Francisco, Alfonso (1998). El Hospital de San Juan de Dios de Bogota. Bogotá: Revista Academia Nacional de Medicina, Volumen 49.

Mancera, Alexandra (2012). NIÑOS EXPÓSITOS Y MENORES EN BOGOTÁ: 1791-1920. Nómadas (Col), núm. 36, Pp. 225-237. Bogotá: Universidad Central.

Ramírez, Maria Himelda (2006). De la caridad barroca a la caridad ilustrada.Mujeres, género y pobreza en la sociedad de Santa Fe de Bogotá, siglos XVII y XVIII. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.


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