Memoria del agua

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Memoria del agua

Por: jstorres
Publicado el: Diciembre 2019
La exposición “Entre ríos, embalses y acueductos” hace un repaso a la historia del agua en la ciudad.

Ya en el mito muisca, el preciado líquido estaba presente en su cosmogonía: por su mal comportamiento, el dios Chibchacum castigo a los seres humanos inundando completamente la sabana. Los hombres, aterrorizados, acudieron a un dios más benevolente, Bochica, suplicando perdón. Y éste, entonces, compadecido, bajó de los cielos y con una vara mágica golpeó unas rocas, abriendo un gran abismo y por ahí cayeron las aguas que inundaban la sabana, formando el Salto de Tequendama.

A finales del siglo XVIII, el sabio Humboldt fue el primero en darse cuenta de que la sabana no era más que el lecho desecado de un antiguo mar interior, desaparecido quizás durante la última era glacial, hace unos diez mil años.

Cuando los españoles llegaron a esa misma sabana y buscaron un sitio adecuado para fundar una ciudad no encontraron lugar mejor que el localizado entre dos impetuosos y profundos ríos, que los muiscas conocían como Vicachá y quizás Rumichaca, y que los europeos denominaron San Francisco y San Agustín, por las comunidades religiosas establecidas en sus veras.

Entre esos dos ríos nació Santafé, hoy Bogotá.

Así que el agua siempre ha estado presente en la historia de nuestra capital, al punto de que su trazado físico estuvo determinado por años por el curso de esos dos ríos, que de alguna forma mantuvieron casi que contenida la expansión de la ciudad. Solo a comienzos del siglo XX, con la canalización del San Francisco y San Agustín, Bogotá pudo crecer hacia el norte y hacia el sur, sin la barrera natural de sus caudalosas aguas.

Pero a pesar de nacer entre dos ríos, de estar rodeada de numerosos riachuelos, lagunas y humedales, nunca fue fácil para las autoridades españolas primero, y republicanas después, dotar a la ciudad de un sistema de acueducto eficiente, que suministrara el líquido a todos sus pobladores.

Si bien la consecución de alimentos y leña no supuso dificultades durante el periodo hispánico, el abastecimiento de agua sí planteó importantes desafíos, tanto de falta de dinero – del que carecía el Cabildo- como de técnicas fiables para conducir el líquido hasta las casas.

En los tiempos coloniales el abastecimiento de agua se hizo a través de la captación de agua lluvia en cisternas, aljibes o pozos; y se tomaba de manantiales, arroyos y ríos. Sin embargo, la desventaja de estos métodos radicaba en que el líquido no tenía garantía de ser potable porque permanecía almacenado a la intemperie y a nivel del suelo.

Además, las aguas de ríos y arroyos, que con frecuencia bajaban turbias, no siempre eran aptas para el consumo, caso en el que era necesario recurrir al filtrado a través de lechos de arena fina que permitían retener las impurezas. Los pozos y aljibes resultaron poco productivos pues la sismicidad de la ciudad hacía cambiar los cursos de ríos y quebradas de continuo. Y el abasto desde los pozos era, cada vez, peor, debido a la disminución de la fuente.

Los ríos y quebradas fueron sometidos entonces al uso de presas o azudes para retener o desviar una parte del curso que iba a un depósito y que por ser tomada desde la parte alta del curso del río o quebrada, garantizaba su limpieza. En estos menesteres los cabildos procuraron determinar zonas vedadas para lavar ropas, verter aguas negras, cosas que generalmente se hacían en las partes bajas de los cursos de agua.

La Real Audiencia, preocupada por el desaseo del río San Francisco determinó en marzo del 1557 que "en adelante, en ningún tiempo se monte molino en el río San Francisco desde el puente hacia arriba, que no se lave río arriba ni se echen ningunas inmundicias para que dicho río esté limpio. Frente a esta circunstancia el Cabildo vio la necesidad de desarrollar otros proyectos para el abasto de agua.

Una de las principales funciones públicas del Cabildo era el adecuado abastecimiento de agua. Sin embargo, sólo desde 1695 la Corona otorgó a la ciudad de Santafé el permiso para el control y regulamiento de la provisión de agua. Con ello se legitimó el cobro por la utilización de agua.  Por el derecho real y por la inversión en obras, el Cabildo llegó a cobrar por el usufructo del agua, cuya autorización se llamaba mercedes de agua.

Las autoridades promovieron también la erección de pilas en las principales plazas y plazuelas. El Cabildo se encargaba de su mantenimiento, trabajo que consistía en la reparación y limpieza de las acequias que periódicamente se tapaban con barro, o eran descompuestas por el tráfico o por animales. Además de revisar las fuentes que se contaminaban o se tapaban.

Solo hasta 1584 se construyó el primer acueducto de la ciudad, conocido como Laureles o Aguavieja. La obra de infraestructura fue ejecutada por el Cabildo de Santafé y financiada por un impuesto a la carne y al vino, debido a que no existían ingresos propios para tal fin.

Tras la Independencia, se suscribieron contratos con particulares concediéndoles la administración del Ramo de aguas por un periodo de 99 años, a cambio de la ampliación de la capacidad de abasto del servicio y de garantizar suministro a quienes contaran con mercedes de aguas.

En 1886, la municipalidad suscribió un contrato con Ramón B. Jimeno y Antonio Martínez, para que construyeran un acueducto con tubería de hierro para surtir de agua a la ciudad y usufructuar sus cobros por setenta años por el suministro de agua para Bogotá y Chapinero.

El contrato consistió en que el Municipio cedió a la empresa todos los derechos sobre las corrientes de agua, la eximió del pago de impuestos y se reservó la autoridad para inspeccionar el funcionamiento del servicio y la posibilidad de revertir el derecho mediante el pago de una suma de dinero que se estableció en el contrato de administración firmado. A su vez, la Compañía se comprometía a suministrar de forma gratuita el agua para las pilas y chorros de la ciudad y Chapinero.

El servicio de agua se inauguró oficialmente en el año 1888, cuando la empresa culminó la instalación de las tuberías de hierro en las calles 11 y 9 ofreciendo agua a presión para algunas casas particulares y agua para las fuentes públicas. Sin embargo, las quejas de la ciudad sobre el servicio fueron constantes a lo que la Compañía de Jimeno alegaba causas fuera de su alcance para no poder surtir del líquido a toda la ciudad: una era el verano, otra era la deforestación de los cerros orientales de la ciudad que influía en la escasez del agua y una tercera se relacionaba con el aumento de la población, siendo evidente que los afluentes tradicionales (los ríos San Francisco y San Agustín) no eran suficientes para surtir a toda la ciudad.

Un balance de la gestión Ramón Jimeno mostró que, a principios del siglo XX, su acueducto apenas surtía al 5% de las viviendas de Bogotá; y que el 95% debía abastecerse de las pilas y chorros de la ciudad.

Con este panorama, la ciudad decidió asumir las riendas del Acueducto y, por ello, el Concejo Municipal promulgó el Acuerdo 1 de 1912 fijando el precio de la transacción en trescientos mil pesos oro inglés por los bienes muebles e inmuebles, obras, privilegios, exenciones, planos y todas sus anexidades y accesorios. Así nació el acueducto municipal de Bogotá

La importancia y consecuencias del acto de adquirir la empresa de acueducto, radicó en que la municipalidad pudo emprender proyectos de larga duración, con fuertes inversiones en busca de cumplir con el deber de garantizar el abastecimiento de agua para la ciudad. Esta visión y esfuerzo administrativo y financiero no hubiera podido ser emprendido por un empresario particular.

A lo largo del siglo XX se llevaron a cabo numerosas obras. Entre 1938 y 1954 se hicieron la planta de Vitelma, que contaba con tanques de lavado, de coagulación, de filtración; así como de dispositivos y tanques para dosificar, aplicar y mezclar el cloro, el alumbre y la cal, elementos básicos para la purificación del agua. La moderna planta, construida con materiales de alta resistencia como el concreto reforzado, contó además con taller de oficios mecánicos, laboratorios, oficinas, con una planta hidroeléctrica impulsada por un generador de 240 KVA, entre otros implementos.

Al igual que La Regadera, entró en funcionamiento en 1938, en el marco de la celebración de los cuatrocientos años de fundación de la ciudad. Hacia finales del mismo año, se dio inicio a la conexión de la planta de Vitelma con el tanque de San Diego, para fijar la capacidad de distribución en cerca de 38.000 metros cúbicos de agua pura, oxigenados mediante un aireador. Estas conexiones permitieron dotar de agua purificada al norte de la ciudad, cuyo crecimiento urbano tendía a acelerarse en este período.

En 1943 se hizo la planta de San Diego, se creó el sistema Sumapaz (constituido por el embalse de la Regadera, construido en 1938, y el de Chisacá construido en 1951).  En años posteriores se hicieron los embalses del Neusa, del Sisga y de Tominé, y luego, con el nacimiento de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, a mediados de los años cincuenta, se empezó el desarrollo de estudios para traer más agua a Bogotá y comenzó la construcción de la planta de tratamiento Tibitoc que terminó en 1959 con una capacidad inicial de 3.5 metros cúbicos por segundo. Las 2 ampliaciones posteriores permiten hoy contar con una capacidad de 10.4 metros cúbicos por segundo. Esta planta se constituyó en el primer sistema de gran envergadura de la ciudad. Se surte de las aguas del río Bogotá que llegan por bombeo a la planta.

 Ante el acelerado crecimiento de la ciudad, la EAAB puso en marcha el proyecto Chingaza. En 1972 se iniciaron las obras. En la primera etapa se construyó el embalse de Chuza, de donde el agua es transportada por túneles hasta la Planta de Tratamiento Francisco Wiesner (antigua Planta El Sapo), localizada en el valle del río Teusacá.

El sistema Chingaza se complementó con la construcción del Embalse de San Rafael que empezó a funcionar en 1997 con una capacidad máxima de 75 millones de metros cúbicos. El agua de San Rafael es transportada a la Planta de tratamiento Francisco Wiesner.

Desde la década de los 60, la Empresa elaboró un plan maestro de alcantarillado, decidiendo mantener el sistema de alcantarillado combinado en la parte antigua de la ciudad y adoptar para los futuros desarrollos el sistema separado o semi-combinado.

Hoy, a casi quinientos años de fundación de Bogotá, una de las apuestas del alcalde Enrique Peñalosa es convertir el río Bogotá en un malecón en torno al cual haya vivienda de calidad, ciclo rutas, alamedas, parques, servicios turísticos y actividades económicas que lo conviertan en el eje de desarrollo del occidente de la ciudad.

Se está trabajando en la estructuración del proyecto: 1.000 hectáreas de espacio público, 100 hectáreas para equipamientos y la atracción de 1,2 millones de personas en torno al río.

El proyecto tiene tres componentes:

El primero es la protección de todos los elementos ambientales. El río debe estar conectado a todo el ecosistema, incluidos los humedales de La Conejera, Juan Amarillo y Jaboque, y se deben restaurar todos los componentes que lo necesiten.

El segundo es el espacio público. Junto con los elementos naturales que ya existen en el río, se tendrán que agregar corredores verdes y parques que lo conecten y permitan el desarrollo de actividades de recreación activa para los ciudadanos. El propósito es sumar mil hectáreas a lo largo de los 68 kilómetros del río en su paso por Bogotá.

El elemento de las ciclorutas será clave para que las personas puedan darle la vuelta al río y garantizar la construcción de senderos que les permitan caminar por el borde y acercarse al agua, como ocurre con otros ríos del mundo.

El tercer elemento está relacionado con equipamientos dotacionales públicos y privados que faciliten el desarrollo de actividades culturales, recreativas y económicas.

Del lado público, se espera destinar alrededor de 100 hectáreas para sedes de colegios, hospitales, bibliotecas y museos, entre otros. Del lado privado, se espera posibilitar, a través de las normas, la ubicación de restaurantes, cafés y viviendas que atraigan a las personas a Ciudad Río.

El objetivo es generar condiciones para acercar a la gente al río y que los ciudadanos se enamoren de la naturaleza; ese es el primer principio de Ciudad Río, lograr que las personas cuiden, protejan y ayuden a restaurar todo lo ambiental.

Se busca acercar a la zona a 1,2 millones de personas que vivan y trabajen cerca del río, y realicen actividades económicas en su entorno cercano. Que haya muelles en el borde del río, que puedan los ciudadanos, como pasa en muchas partes del mundo, tomar una lancha o un ferri y pasar de un lado del río a otro.

 

 EL PROYECTO

Ciudad Río es el nombre de esta nueva ciudadela del futuro que estará compuesta de colegios, hospitales, bibliotecas, teatros y museos.

La ciudadela contará con más de 60 kilómetros de malecones arborizados y parques en ambas riberas. Serán cerca de 1.300 hectáreas que podrán habitar cerca de 300.000 personas. Con la obra, que estará lista en 30 años, se busca recuperar las aguas y la biodiversidad del río afectadas por la contaminación generada por las comunidades y también la industria.

Con la ampliación de su cauce y al darle una mayor profundidad se quiere prevenir, además, futuras inundaciones y adecuar el río para el aprovechamiento y disfrute de la población. Se invertirán $4,5 billones para dejar limpios al río Bogotá y también Tunjuelo y Fucha; la meta es que el afluente se vuelva el eje de la ciudad para evitar que la capital se siga expandiendo por la Sabana.

El objetivo es que los ciudadanos se apropien y se enamoren de su entorno y sus recursos naturales. Solo a partir de esta integración, los habitantes podrán apropiarse de sus cuencas hidrográficas para lograr una verdadera estrategia de intervención. Así todas las acciones desarrolladas por las entidades nacionales, regionales y distritales cumplirán su meta.

El plan es convertir al contaminado río en el eje articulador de la región, donde los ciudadanos de todos los municipios se encuentren con un objetivo común: “disfrutar del agua y la naturaleza para ser más felices”.  Más de 1,2 millones de personas tendrán la oportunidad de vivir, trabajar y hacer deporte frente al agua. Así cuidarán el río, los humedales y demás ecosistemas aledaños que lo conforman”, explica la administración.

 EL PARQUE LINEAL

El Parque Lineal del Río Bogotá transformará el Río Bogotá desde el punto de vista ambiental, urbanístico y social, convirtiéndolo en un atractivo único para el encuentro de los habitantes de la Sabana de Bogotá, donde podrán disfrutar de un espacio público al borde del agua, que los conectará con la naturaleza y en donde podrán realizar diferentes actividades recreativas y deportivas.

Con el diseño y construcción del parque, se fomentará el desplazamiento a través de una red de alamedas peatonales y ciclo rutas dispuestas a lo largo de canales, humedales, parques y calles que se articulará en torno al río y harán parte del circuito ambiental de la ciudad, con el que se busca conectar los cerros orientales con el río Bogotá y los otros elementos de la estructura ecológica regional.

El parque, servirá como articulador de barrios nuevos y existentes en el borde occidental de la ciudad, promoviendo el encuentro ciudadano en un entorno rodeado por naturaleza. El Parque Lineal del Río Bogotá servirá como puerta de entrada a la ciudad desde el occidente y como punto de acceso a un entorno natural recuperado para el disfrute de todos los visitantes.

El parque tendrá diversidad de juegos para niños de todas las edades, con lugares adecuados para la permanencia de los padres y adultos responsables de su cuidado. Habrá lugar para los adultos mayores, donde podrán descansar y disfrutar del paisaje de río, apreciar los jardines y tener contacto directo con la naturaleza.

Las actividades culturales, picnics, conciertos y demás eventos tendrán lugar en escenarios al aire libre, explanadas, plazoletas de eventos y lugares abiertos y empradizados donde los visitantes podrán reunirse, sentarse y disfrutar del sol y de las actividades recreativas como individuos, en familia o en grupos de amigos.

El parque tendrá diferentes opciones deportivas, con juegos infantiles, circuitos de trote, ciclo rutas, gimnasios al aire libre y canchas múltiples entre otras, que se convertirán en puntos de reunión para los jugadores y espectadores, en armonía con las demás actividades recreativas.

CIRCUITO AMBIENTAL DE BOGOTÁ

El circuito ambiental de Bogotá busca consolidar la relación entre los cerros orientales y el río Bogotá a través de corredores ambientales que fortalecerán la relación entre los componentes ambientales y de espacio público de la ciudad y la región.

Enmarcado en este proyecto, destaca el trabajo desarrollado por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá - EAAB, quienes han invertido recursos para el desarrollo de los diseños y construcción de múltiples corredores ambientales entre los que destacan los parques lineales del río Tunjuelo y río Fucha. Estos corredores se articulan con las intervenciones y adecuaciones desarrolladas en los parques ecológicos distritales de humedal (PEDH) de Juan Amarillo y Jaboque.

Todos estos elementos, tienen como punto de encuentro el río Bogotá, por lo cual éste constituye un eje estructural, ofreciendo conectividad entre los distintos corredores, contribuyendo con ello a la conformación del circuito ambiental de Bogotá. A través de la aplicación de lineamientos de diseño en los espacios públicos y naturales se busca crear conectividad ecológica, aumentar la diversidad en la oferta ambiental y mejor la oferta de espacio público.