El bello sexo en las publicaciones periódicas del siglo XIX

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El bello sexo en las publicaciones periódicas del siglo XIX

Por: jstorres
Publicado el: Octubre 2018
El siglo XIX fue el escenario de múltiples intentos por crear un periódico duradero en la ciudad de Bogotá. Entre los varios tipos de periódicos de la época

Por Diego Vallejo Díaz

El siglo XIX fue el escenario de múltiples intentos por crear un periódico duradero en la ciudad de Bogotá. Entre los varios tipos de periódicos de la época, algunos aseguraban ser destinados a las mujeres de la ciudad. A continuación daremos una mirada a las primeras publicaciones de este tipo y veremos cómo a través de las mismas existió un intento por dictar el modo de ser de la mujer de la época.

Panorama de prensa del siglo XIX

La prensa del siglo XIX es atravesada por el proyecto de edificar una nación independiente y por eso tomó los tintes de las tensiones políticas de la época. En medio de las discusiones sobre cómo ordenar el territorio, la prensa fue utilizada a manera de herramienta de propaganda y difusión de programas políticos con un tono desafiante y retador entre contendientes. La llegada de Francisco de Paula Santander en 1832 tras su exilio anima en defensa de sus ideas la creación de El Cachaco de Bogotá (1833) fundado por Florentino Gonzales y Lorenzo Lleras.  En la oposición tuvieron lugar El Constitucional de Cundinamarca (1841) y Díceres (1834). En estas primeras décadas muchas publicaciones tomarán una intención principalmente partidista: La Bandera Nacional, La Crónica Semanal, El Argos, El Observador, La Bandera Negra, El Baluarte Nacional o El Amigo del Pueblo.

Hacia mediados de siglo periódicos como El Día (1840) se convierten también en la principal fuente de información de los acontecimientos del país y de la ciudad, dando comienzo a una prensa mucho más similar a la que estamos acostumbrados hoy en día. Sin embargo, pese a su carácter informativo no perdía tintes políticos.

Todas estas publicaciones, sin embargo, se enfrentaban al reto de mantenerse en el tiempo. Ni siquiera el distrito contaba con una imprenta e incluso los periódicos institucionales como El Repertorio o El Regidor debían contratar y pagar por la impresión.

Prensa y literatura

En este momento, un grupo de intelectuales vio en los periódicos la oportunidad de hacer circular creaciones literarias cuya difusión consideraban muy limitada. Con recursos propios empiezan a crear periódicos como La Miscelánea (1825), una de las primeras publicaciones en declarar sus páginas como alejadas de la discusión política, seguida por La Estrella Nacional (1836) en manos de Juan Francisco Ortiz. En Mayo de 1846, aparece el periódico El Duende : periódico político, moral, literario, mercantil, artístico y noticioso. Se hace una publicación semanal, recibiendo y difundiendo escritos de ficción, privilegiando las obras imaginativas y fantásticas, peor sobretodo la libertad de creación y crítica a la que no están necesariamente adscritos los demás periódicos. sus páginas estarán llenas de ironía y bromas., innovando en la manera de escribir y contrastando con la modernización de la prensa de los años 50 y su rigidez informativa.

En la segunda mitad del siglo esta línea editorial será la superficie para el nacimiento de unas publicaciones que se nombrarán a sí mismas como destinadas para las mujeres de la ciudad. La razón de por qué dedicarlo a las mujeres suele ser más o menos confusa en cada una de ellas, pero se mantiene clara la intención de sus editores, todos hombres, de dar vida a la literatura americana a través de ellas.

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Condiciones de Suscripción. La Biblioteca de Las Señoritas, 27 de Junio de 1858

Entre estos periódicos pioneros, tal vez fue El Iris el que mantuvo con mucha mayor fidelidad la línea de publicaciones literarias. Sus números se involucraban en un grado mucho menor en discusiones éticas, morales o religiosas y se limitaban a reconocer la obra de escritores latinoamericanos. En su desarrollo se hace menos evidente la razón por la que su publicación está dedicada a las mujeres, pues todos sus editores son hombres y la mayoría de los textos difundidos pertenecen a literatos que hablan de temas sin una conexión necesaria.

“Deseosos de consagrar este periódico a las señoras de nuestro país, le hemos dado el nombre de “Iris,” símbolo de paz, como la mujer es de concordia i de amor (…) El nuestro [periódico] será un campo, no oscurecido por las pasiones de partido, en donde los amigos de la literatura podrán ensalzar todo lo que es noble i bello” (El Iris: Periódico de Señoras, 11 de febrero de 1866)

El 3 de enero de 1858 se publica el primer número de La Biblioteca de las Señoritas que en su primera página dice “Deseosos de cooperar en algo al adelanto de nuestra literatura propia, hemos venido en fundar este periódico, bajo el patrocinio de las señoritas”. Este periódico establecerá la concepción de que la mujer de la época es la encargada de guardar y preservar esta literatura que sus promotores consideran poco valorada por los sectores masculinos en el poder.

“Empero, para esto se necesita un campo conocido i seguro donde sembrar los granos del talento, especie de urna de oro que recoja i guarde nuestras primeras obras como un depósito sagrado. Esa urna es la Biblioteca de Señoritas, que nosotros no hemos vacilado en poner en manos de las jóvenes neogranadinas, como en las manos mismas de las diosas protectoras del jenio” (La Biblioteca de las Señoritas, 3 de enero de 1858).

En septiembre de 1864, La Caridad: Lecturas del Hogar tomará la misma posición afirmando lo siguiente:

“en las pájinas que forman este volumen se han escojido artículos de instrucción i de amena lectura, sin tocar para nada la política i poniendo un esmero cuidadoso en que no se deslizase ni una sola palabra que no pudiera sonar bien en los oídos de la niñez i de la juventud; por esto LA CARIDAD ha conseguido el lato honor de llegar a ser el periódico de las señoras” ( La Caridad: Lecturas del Hogar).

Hay elementos en el tono de las publicaciones que podrían llegar a sugerir que la dedicatoria al “bello sexo” era una respuesta al poco éxito que estos trabajos tuvieron en instituciones dominadas por varones, pues antes que partir de nociones concretas sobre el gusto de la mujer de la época, parecían construir en ese “bello sexo” el espectador que deseaban, uno de gusto refinado y apasionado por las artes literarias.

“El nuestro es de interesar a las mas sensible mitad de nuestro mundo, de este mundo neogranadino en que nos rebullimos… Las señoras i las señoritas van a venirse todas a la Biblioteca, porque cada uno al fin viene a lo suyo. Cuando nuestro periódico, que entonces ya no será nuestro, se redacte en su mayor parte por plumas femeninas ¡qué hallazgo el nuestro! Que gloria la de nuestras paisanas.” (La Biblioteca de las Señoritas, 9 de enero de 1858)

“Más que difícil, imposible casi puede decirse que es sostener en Bogotá otro periódico que un periódico político. Los suscriptores escasean, los materializados esclaman: versos, puf! i la mayor parte de la jente está en la creencia poco justa i vulgar de que los hombres que se dedican al servicio de la poesía, son unos mentecatos, propios para cuestiones de silabas i acentos, pero incapaces para servir de algo bueno en su país (…) esa es precisamente nuestra sociedad, sociedad sin principios i sin costumbres, llena de resabios i de españolismos fatales”. (La Biblioteca de las Señoritas, 8 de mayo de 1858).

“Feliz el hombre cuya misión sobre la tierra no es otra que servir al sexo de los salones, sí, feliz porque eso es tanto como habitar el Olimpo de los dioses, i superar todos los destinos envidiables del mundo. Por el contrario, el hombre que sirve al sexo barbudo i mal jeniado de las plazas públicas i de los meetings, es mas que un reo de muerte a quienes martirizarán antes de sacrificar: para él no hai momento de tranquilidad… todos quieren que su periódico no contenga más ideas que las suyas, toda vez que el hombre es autócrata de sí mismo… El Comercio, decís vosotras las primeras que huele a fula antes de salir, i que la monotonía de sus filas ordenadas de número harían suspirar de tedio al mismo Baco” (La Biblioteca de las Señoritas, 27 de junio de 1858)

Sin importar cual haya sido su intención, estos periódicos lograron destacar escritores “ilustrados” como a José Joaquín Borda quien fundó junto a Nicolás Portón El Iris en medio de sus viajes por el continente y a quien se le reconoció en la época como virtuoso escritor.

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José Joaquín Borda. El Iris, 30 de Septiembre de 1866

La construcción del “bello sexo”

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Portada del tomo IV. La Caridad: Lecturas del Hogar.

A pesar de su línea editorial, en el momento en el que estas publicaciones empiezan a ser dedicadas a lo que llaman el “bello sexo”, empiezan a establecer en sus páginas un modelo de mujer en que el se cruzan los distintos frentes de la mentalidad de la época: Por un lado, la necesidad de las primeras generaciones tras la independencia de establecer una identidad propia de lo americano que de diferencie de lo europeo. En otro frente está la influencia profunda del catolicismo en la sociedad moldeando la moral y la política. Ambas acompañadas de la idea de progreso que traía una mirada racional de la familia, las relaciones productivas y la educación.

“Suena una mus americana, que está dormida pero tiene ecos de volcanes, guiados por la madre de Dios María y alejada de la cultura pagana (…)Tanto la ciudadana como la campesina encontrarán en la Biblioteca una fuente inagotable de placeres domésticos; una compañera instruida y agradable para las noches del hogar; una guía segura para penetrar sin embarazo en el mundo de la poesía i de la moda” (La Biblioteca de las Señoritas, 3 de enero de 1858).

En medio del lenguaje adornado que utilizan estas publicaciones, se sugerirá la necesidad social de que la mujer sea ante todo madre y esposa. A la misma se le atribuirán sensibilidades especiales de entrega y amor, debilidad y belleza, carisma e inocencia. El halago a una naturaleza casi sublime es seguido siempre por la asignación virginal, pura, casta y servil de la mujer al hogar.

“Durante el periodo de juventud, la mujer pierde sus condiciones de ánjel para tomar las de diosa. Si anda, provoca como Diana; si mira, mata como Venus; si ríe, seduce como Leonor; si suplica, la Magdalena apenas puede comparársele en el elocuente i punzador (…)En Occidente la mujer, lejos de ser la esclava opulenta de los sentidos, es la sultana del espíritu del hombre, reina i señora de su corazón” Madres y esposas. (La Biblioteca de las Señoritas, 9 de enero de 1858)

La imagen de la mujer ideal será la de la virgen María. Incluso la misma será señalada como un índice del grado de civilización respecto a las imágenes de mujeres paganas de otros lugares y otros tiempos. La creyente y seguidora de la virgen María se propone como una necesidad para el progreso de la familia. En un número casi totalmente dedicado a la figura de la virgen, La Caridad apunta con precisión la importancia de la mujer religiosa.

“Entre las admirables figuras que descuellan en el cristianismo, es imposible encontrar otra mas bella i pura que María (…) la creación mas poética que puede imaginarse, el nombre mas dulce que pronuncia el labio del hombre. María ¡Qué contraste nos ofrecerá su pura i santa figura, con las groseras i sensuales divinidades de su sexo en el Viejo Mundo! (…) Esta casta figura de la Vírjen madre ha parecido a todos como una sonrisa de misericordia i de paz (…) i en efecto: el sufrimiento i el amor constituyen toda la caida de la madre del Salvador, que desde la edad de quince o dieziseis años se casó con Josef, de la familia de David” (La Caridad: Lecturas del Hogar, 8 de diciembre de 1864).

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El Iris: Periódico de Señoras, 25 de febrero de 1866

Por supuesto, el lugar planteado para esta mujer ideal era además el matrimonio y sus labores estaban asignadas dentro del cuidado de los hijos. Por esta razón, la lectura de estos periódicos pretendía tener un contenido adecuado para el hogar, seleccionado de manera cuidadosa para que los valores del hogar cristiano que deseaban pudieran fortalecerse. Muchos de estos periódicos suponían que la lectura por parte de las mujeres que los seguían debía estar  rodeada de los hijos en el hogar, razón por la que incluso llegaron a incluir secciones infantiles que dedicaban algunas líneas a contar anécdotas para los niños con una enseñanza de contenido moral.

“Una mujer que se casa no es una joya que se roba la sociedad, sino un astro aberrante que se coloca en su órbita i ¿quién dirá que no vale más una esposa rodeada de sus hijos, esperanza del Estado, que una niña casquivana, que solo sabe bailar, abrir el abanico y voltear los ojos?”. (La Biblioteca de las Señoritas, 23 de enero de 1858).

Escribiremos para las clases menesterosas de la sociedad, privadas de instrucción i sin libros que leer”; para jóvenes de ambos sexos(…) escribiremos para todos los corazones jenerosos que vengan a socorrer a la niñez desvalida que carece del suave seno de una madre; a la anciana agobiada por las enfermedades; al padre de familia valetudinario (…) Nos dirigimos en primer lugar a las madres granadinas, sensibles, jenerosas i buenas” (La Caridad: Lecturas del Hogar, 24 de septiembre de 1864).

Por esto, pretendían escribir para ilustrar a las mujeres con conocimientos apenas útiles para lo que consideraban era su papel. Sin intenciones de una formación profunda, sino más bien con la intención de dar pequeñas capsulas informativas que proporcionaran información de interés para conversaciones casuales a manera de datos curiosos.

 

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Ilustraciones de El Iris: Periódico de Señoras

En La Biblioteca encontramos por ejemplo un diccionario de curiosidades en el que se describen de manera muy somera objetos, eventos y lugares del mundo, además de biografías de personajes religiosos y de la literatura.  El tipo de mujer, sin embargo, que se quería perfilar, era el de una mujer de clase alta, pues a ella se le distinguía de otras mujeres que no estaban llamadas a vivir de la misma manera en el orden social que deseaban los editores.

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Portada. El Iris: Periódico de Señoras

Esta mujer refinada debía ser ante todo promotora de la idea de caridad cristiana y las obras de beneficencia deberían ser el motor que complementara sus labores del hogar. Pero al tiempo que esta debía sentir empatía por los desfavorecidos y por la injusticia, debía mantener una distinción clara respecto a las otras mujeres que le servían en el hogar. En el número del 6 de marzo de 1858, La Biblioteca publica una nota sobre “las criadas”. En la misma, intenta clasificar a tres tipos de “criadas” y hablar de su cercanía con la patrona, asignándoles siempre un lugar de servicio en el hogar y una posición de inferioridad respecto a la patrona. En su clasificación mencionan características como estas:

“esta, si sale buena de cuerpo i alma, es criada de desempeño, i la señora descansa en ella como en su brazo derecho, o su alter ego (…) ellas son las que hacen mandados, i por una vida suelen haces dos más, es decir, ver al amante, a la comadre i dar el recado (…) estas salen de la infamia del pueblo (…) son el non plus ultra de la mugre, desaseo y estupidez (…) estas son las que sacan la basura de la casa, desyerban la calle i hacen todos los oficios mas humildes i viles”. (La Biblioteca de las Señoritas, 6 de Marzo de 1858).

La distinción de la mujer del hogar además implicaba el rechazo a cualquier actitud que se alejara de la figura matrimonial. La mujer que allí se dibujaba, se veía rodeada de peligros de una sociedad degenerada cuyo libertinaje iba en contra de lo que se deseaba que ella fuera. En una editorial de La Caridad, se hacía un llamado de cuidado con aquello que en la época era conocido como la galantería:

“De todas las corrupciones i miserias que pérfidamente oculta nuestro siglo, disfrazándolas con nombres al parecer honestos i decentes, ninguna hay más peligrosa para vosotros, amados jóvenes míos (…) que la corrupción de las costumbres significada con el nombre de galantería (…) hubo un tiempo en que la religiosidad de las almas i de la decencia de las costumbres ponían entre el hombre i la mujer barreras que jamás se saltaban impunemente (…) La galantería de estos tiempos es una familiaridad ilimitada, en la que caben licencias que en otro tiempo habrían podido pagarse hasta con la vida. La relijion las llama siempre pecados graves, i en nombre de la castidad pide estrecha cuenta de ellas al joven cristiano (…) El mancebo, olvidado de Dios i de todos sus deberes, se abandona a los sabrosos ocios; descuida sus estudios i sus trabajos; emplea la mañana acicalándose en su tocador i leyendo novelas; la tarde, caracoleando en la calle o en el paseo, a pie o a caballo; la noche, en fin, ocupado sin estorbo alguno en tiernas pláticas al borde de la chimenea o en un rincón del gabinete. La doncella, recelosa de su madre, desabrida con sus hermanos i criados, entregada a todos los estragos de una melancolía sentimental, nutrida por el ocio, envenenada por la pereza, sin dar mas tregua a sus románticas cavilaciones que el tiempo empleado en imaginar adornos para su cuerpo, i en añadir encantos a aquella falta belleza que ha de robarla” (La Caridad: Lecturas del Hogar, 3 de marzo de 1865).

Es así, como estos diarios comienzan a perfilar la imagen que esperan sea la de la mujer republicana. Curiosamente, son en su mayoría varones los que configuran esta imagen e inscriben a la mujer en el ámbito doméstico. Sólo hasta 1878, con Soledad Acosta, se creó un periódico de este género en el que una mujer estuviera al frente, aunque la representación de lo femenino no varía notablemente.

Referencia

Documentos:

  • Biblioteca de Señoritas (1858-1859). Imprenta de Ovalles I. Comp.,
  • El Iris : periódico literario dedicado al bello sexo : ilustrado con láminas litografiadas (1866-1867).
  • La Caridad : lecturas del hogar (1864-1866). Ambert, Joachin Marie Jean Jacques Alexandre Jule, 1804-1890. Impreso por F. Mantilla.

Convenio Interadministrativo No. 2215100-449-2015 (No. 24 de 2015 de ICANH)