Existían dos talleres municipales para la educación de señoritas, con un promedio en entre 150 y 180 alumnas. La educación estaba dividida en dos secciones: intelectual y de obra de mano.
La primera comprendía asignaturas como aritmética, ortografía y redacción, telegrafía, taquigrafía, geometría, etc. La segunda daba sombrerería, floristería, modistería, sastrería, guarnición, tejidos, dactilografía, bordados y dibujos. Ambos talleres tenían una Caja de Ahorros donde guardaban el 10% del dinero producido por los artículos vendidos en las exhibiciones organizadas. De estas señoritas ya graduadas, se reportaban varias colocadas, que percibían sueldos promedio de 60 pesos de oro mensuales, lo que mostraba el aprovechamiento de la enseñanza en los Talleres mencionados.31
A finales de la década de los veinte se registraron dos hitos con relación a la actividad educativa de la mujer, que en este periodo registra tímidas aperturas relacionadas con espacios y saberes para la mujer que van más allá de la educación doméstica. Estos cambios se inician con el intento de profesionalizar en oficios a la mujer, de acercarla al saber de la pedagogía infantil, a los cuidados de los niños y los idiomas y materias de ilustración.32 También se demostró la vinculación de la mujer a labores como maestras de escuela, gimnasia, confecciones, bordados, comunicaciones, enseñanza, dactilografía, taquigrafía, etc.