¡Guepa je!

Versión para impresión Send by email

¡Guepa je!

Por: jstorres
Publicado el: Abril 2020
A mediados de los años cuarenta del siglo XX, la cumbia y el porro se convirtieron en los primeros ritmos que popularizaron la música tropical colombiana en el exterior.

Por Bernardo Vasco - Periodista Archivo de Bogotá

En 1940, el periódico El Heraldo, de Barranquilla, publicó una corresponsalía de Plato, pequeño villorrio a orillas del Magdalena, con la noticia de que un hombre se había convertido en caimán y rondaba, llorando, con voz humana, por los caños vecinos. La madre del metamorfoseado llegaba hasta la orilla de los caños y le proporcionaba alimento. Un joven compositor barranquillero, José María Peñaranda, leyó la noticia del hombre-caimán y pensó que podía hacer una canción. Empezó a tararearlo. Pasó a tocarlo. Luego viajó hasta Soledad, donde vivía el trompetista Francisco Galán, y le pidió un arregló para sus versos.

El porro Se va el caimán pronto se hizo famoso. En los periódicos salían noticias de que triunfaba en Brasil, en Uruguay, en Chile y en Argentina. También se dijo que Franco lo había prohibido en España, y que lo comentaban en Rusia. Un indio guajiro, Crescencio Salcedo, puso pleito a Peñaranda alegando ser el autor del porro. La justicia falló a favor del barranquillero, que esperó pero nunca recibió 7 mil dólares por derechos de autor, provenientes de la Sociedad de Autores y Compositores de Buenos Aires, donde los retuvieron mientras se aclaraba la situación.

011576-N.jpg

Foto: Fondo Fotográfico Leo Matiz

El mito del caimán es antiquísimo. En 1518, el español Martín Fernández de Enciso informó a la corona que en la Aldea Grande (hoy Ciénaga, Magdalena) los nativos rendían culto a un animal al que llamaban Pocigueica.

Se va el caimán le abrió las puertas a los ritmos tropicales de Colombia en el exterior, un auge que comenzó firmemente hacia mediados de los años cuarenta, cuando el compositor y cantante barranquillero Luis Carlos Meyer viajó a México y se convirtió en el pionero de la música tropical colombiana.  Según muchos investigadores, entre ellos Hernán Restrepo Duque, Meyer fue el pionero en la introducción de los ritmos colombianos en México y en el resto del continente.

“Muy pocos artistas, dice Duque, tuvieron en la historia de la música colombiana la trascendencia de Luis Carlos Meyer. Su voz fue la primera que trajo por los aires interioranos, el sabor y el color de Barranquilla, Santa Marta y Cartagena, de los fandangos y cumbiambas que son leyenda y mito.”

Meyer llegó precedido del éxito del “caimán” y en México impuso sus propias canciones.  El 14 de octubre de 1946, en los estudios de la RCA Víctor grabó con la orquesta de Rafael de Paz su éxito Micaela, dedicado a una mulata que había conocido años atrás en Barranquilla en las noches cuando cantaba en la emisora Atlántico y era un desconocido. De acuerdo con el periodista colombiano Javier Castaño, quien ha sido el único biógrafo de Meyer, “de un momento a otro México se postró ante nuestro cantante. La promotora hispanoamericana de música, PHAM, mandó imprimir cientos de volantes para anunciar dos temas que se escuchaban con insistencia en las emisoras de la ciudad de México: Micaela y El gallo tuerto. El primer tema fue tan famoso que sirvió de banda musical a la película Novia a la medida, de 1950.

Micaela es la mujer

que yo más quiero,

ya me tiene casi loco

no la puedo soportar

Ella quiere que me pase

todo el día, recostado

en una hamaca

y que no vaya a

porriar.

 

Con la orquesta de Rafael de Paz, quien fue un decidido promotor y amante de la música colombiana , Meyer grabó cerca de 30 porros y cumbias entre 1944 y 1952. Sus interpretaciones son hoy clásicos de clásicos de la música popular colombiana: Micaela y Buena noche, de su autoría; El gallo tuerto, de José Barros; La puerca, de Gustavo Rada; Caprichito, de Lucho Bermúdez y La historia, de Rafael Escalona.

El éxito de Meyer le abrió las puertas a otra barranquillera en México: Carmencita Pernett, quien también con la orquesta de Rafael de Paz llevó triunfante más porros y cumbias. Pero mejor aún: el éxito de Meyer le abrió las puertas a Lucho Bermúdez, quien a partir de entonces se afianza en el gusto musical mexicano. En 1954, acompañado del cantante cubano Yeyo, y de Las Hermanas Montoya y Las Tres Conchitas -mexicanas-, Bermúdez grabó un disco antológico con canciones tales como La múcura y Pepe, que muchos estudiosos de su vida, entre ellos el periodista José Arteaga, (autor de la única biografía del maestro) consideran el trabajo más logrado de su carrera artística.

028753-P.jpg

Foto: Fondo Fotográfico Leo Matiz

Para finales de la década de los cuarenta, la música colombiana se tomó el continente. En 1945, al tiempo que Meyer hacía de las suyas en Centroamérica, Lucho Bermúdez emprendía viaje hacia Buenos Aires, invitado por los compositores Eugenio Nobile -violinista director de la orquesta Panamericana- y de Eduardo Armani, quienes estaban interesados en difundir los ritmos del trópico en su país. Allí, con los músicos de la orquestas de estos argentinos, Bermúdez grabó 60 porros y cumbias, entre ellos El yo yo (Matilde lo cantó a dúo con el cartagenero Bob Toledo, quien residía en Buenos Aires) y Mañanitas, del cienaguero Ramón Ropaín.

El éxito del porro y la cumbia entusiasmó tanto a Armani que se propuso de inmediato grabar música colombiana del interior. Sus versiones de bambucos y pasillos de los hermanos Milciades y Alfonso Garavito Wheeler son páginas también antológicas del folclor colombiano. En 1949, Armani registró para el sello Emi canciones tales como San Pedro en el Espinal, Playa Brisa y Mar y Ala, cómo estás, una tonada sobre el saludo bogotano. El cantante de estas grabaciones fue el antioqueño Jorge “Marfil” Monsalve, quien murió en 1967 en Buenos Aires, y es el autor de El coquero:

 

Cuando vayas a Santa Marta,

Cartagena o Barranquilla

no te asustes del calor,

pues si te paras en una esquina

y el vendedor de cocos no ha llegado, todavía espérelo sí señor,

y escuche usted su pregón:

Llegó el coquero, que rico coco.

 

Nobile, por su lado, también grabó Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía, versos de los que se apropió y fungió como compositor.

En Cuba, entre tanto, Lucho Bermúdez arrasaba en las emisoras locales, al punto de que el legendario compositor Ernesto Lecuona lo invitó para que actuara como artista exclusivo en algunas radioemisoras. En La Habana, casualmente, se inició la amistad entre Celia Cruz, Matilde y Lucho. Celia era una fanática de los porros colombianos, y una tarde llamó a la emisora CMQ para saludar a Bermúdez. A los pocos días se conocieron y trabaron una relación que perduró por muchos años.

008680.jpg

Foto: Fondo Fotográfico Leo Matiz

Ese mismo año de 1949, otra composición musical de Colombia hizo historia. Pachito Eché, del compositor Alex Tovar, dedicada al gerente del Hotel Granada de Bogotá, Francisco Echeverri, en ritmo de son paisa, conquistó a México, Cuba, Venezuela y Argentina. Fue -y sigue siendo tan popular esta canción- que se conocen de ella siete versiones, la más elaborada -sin duda- la que hizo Pérez Prado con Benny Moré. La versión original fue interpretada por Jorge Noguera, hermano del famoso político “tigrillo” Noriega, ministro de Carlos Lleras Restrepo.

Pachito Eché, junto con las composiciones Sebastián Rómpete el cuero, del cartagenero Daniel Lemaitre; y La víspera de año nuevo, de Tobías Enrique Pumarejo, fueron las más escuchadas y las más vendidas en México y Colombia en el mismo año 49.

Próxima entrega: Guillermo Buitrago, el jilguero de la sabana

Si quieres conocer más sobre este apasionante tema, te esperamos hoy viernes 24 de abril, a las 5:00 p.m., en nuestro fanpage de Facebook, para conversar con el periodista Bernardo Vasco sobre las primeras grabaciones de música colombiana, invitado a nuestras charlas en vivo.

titulo Agenda Virtual Abril-16-16_1.jpg

24 de abril Agenda Virtual Abril-20-23.jpg