Bernardo Vasco Bustos - Periodista Archivo de Bogotá.
Panorámica de Bogotá en 1910, el año centenenario.
La única copia del Acta de la Independencia o de la Revolución fue litografiada en 1846 por Simón José Cárdenas, considerado en su tiempo como un magnífico calígrafo y miniaturista. El acta original se quemó en el año 1900 durante el incendio de las llamadas Galerías Arrubla. Cárdenas caligrafió el Acta de la Independencia y la adornó con los retratos en miniatura de algunos de los próceres firmantes y los autógrafos de todos ellos, admirablemente copiados. Entre los retratos figuraron: el de José Miguel Pey, Fray Diego Padilla, Joaquín Camacho, Luis E. de Azuola, Camilo Torres, Ignacio Herrera, Frutos J. Gutiérrez y José de Acevedo y Gómez. Esta acta fue mandada a litografiar en París por Rafael Duque Uribe, en la imprenta Lemercier, y luego reproducida en la casa Víctor Sperling, de Leipzig, Alemania, en 1910. En 1952 fue reproducida por el Banco de la República.
Después de la abdicación de Fernando VII tras la invasión francesa a España en 1808, se organizaron juntas de gobierno a nivel local para resistir al invasor y, a la vez, gobernar en ausencia del rey depuesto. Estas juntas pronto organizaron un gobierno "alterno" al gobierno de ocupación impuesto por Napoleón. Esa fue la principal razón para que los criollos se complotaran contra las autoridades virreinales, que no querían establecer una junta en la Nueva Granada, y es la razón por la que indujeron un incidente con el comerciante español José González Llorente: el conocido del Florero del 20 de julio.
Firma del acta de independencia. Óleo de Coroliano Leudo
Aunque la figura de José María Carbonell está casi olvidada, a él se le debe el éxito del complot del 20 de julio de 1810. Al caer la tarde de ese día, los campesinos, indígenas y esclavos que iniciaron la revuelta hacia la una de la tarde, comenzaron a retornar a los pueblos vecinos y el virrey Amar y Borbón no se decidía a convocar el cabildo abierto. Carbonell, entonces, subió a los barrios de Santa Bárbara y Egipto y arengó a sus habitantes –casi todos mestizos, indígenas o negros- para que bajaran a la plaza Mayor. Al darse cuenta el Virrey de la asonada que se le venía encima, ahí sí ordenó el cabildo abierto. Historiadores como Indalecio Liévano Aguirre sostienen que Carbonell –quien era mestizo- fue víctima de una conjura de los criollos blancos, que lo apartaron del poder al considerarlo un potencial amigo de las clases “subordinadas”.
Ilustración de José María Carbonell. Fuente: Banco de la República
Se dice que la persecución que iniciaron las autoridades españolas contra Antonio Nariño no fue producto del hecho de haber traducido los “Derechos del Hombre y del Ciudadano”, sino del hecho de que se le acusó de usar dineros de las arcas reales para realizar negocios personales. Se le incriminó de un supuesto fraude que ninguno de sus detractores pudo nunca demostrar. A la luz de esta denuncia, se argumentó que escapó y promovió la revolución para poder retornar con seguridad a Nueva Granada. Su mayor detractor en su tiempo fue el criollo Joaquín de Mosquera y Figueroa, presidente de la Real Audiencia.
Ilustración Antonio Nariño. Fuente: La Bagatela, Archivo de Bogotá
Una vez que Napoleón se adueñó de España, se entabló entre este país y Francia una lucha mediante la cual las penínsulas esperan recuperar su país. Las colonias temerosas de que la metrópoli fuera derrotada por el emperador de Francia, comenzaron a pensar en la creación de un gobierno provisional para hacer frente a la situación si España caía definitivamente ante los franceses. En 1809, en Quito, la aristocracia criolla protagonizó un movimiento contra la intervención de Napoleón en España y organizó una junta de Gobierno. Un año más tarde, en Venezuela, el capitán General fue remplazado por un gobierno provisional. En Santa Fe, los criollos se inquietaron con lo sucesos de las provincias e iniciaron un movimiento semejante, que comenzó el 20 de julio de 1810.
Este óleo de Carle Vernet muestra a Napoleón Bonaparte, recibiendo a los delegados de la Junta de Defensa de Madrid para rendir la ciudad. Fuente: National Geographic, España.
"Tan españoles somos como los descendientes de don Pelayo, y tan acreedores, por esta razón, a las distinciones, privilegios y prerrogativas del resto de la nación española, como los que, salidos de las montañas, expelieron a los moros". Es decir, empieza por reconocer que las posesiones españolas no eran colonias y se siente tan español como los descendientes peninsulares del primer monarca del reino de Asturias. Es hasta muy tarde que al conflicto civil se le comenzó a llamar "guerra de Independencia". Como dice el historiador y excongresista Pablo Victoria, “que fue una guerra civil no cabe la menor duda, pues eran aquellos hijos y nietos de españoles, y aun españoles peninsulares. Como quien dice, guerra de hijos contra padres”.
Don Pelayo. Fuente: Enciclopledia biográfica en línea.
Las proclamaciones de Independencia que se dieron en la Nueva Granada deben ser comprendidas en el contexto de un territorio fragmentado en regiones, en el que ciudades y villas evolucionaban entre la solidaridad y la competencia, destinadas a fortalecer su importancia colonial. La ciudad de Santafé sobresalía por tener el asiento de las autoridades coloniales, virreyes y oidores. Por otra parte, la presencia de los centros de estudio donde se formaban los hijos de las élites del Reino, especialmente el Colegio de San Bartolomé y el Colegio Mayor del Rosario, provocó un ambiente de ideas vanguardistas en el seno de una generación joven que, quizás sin pretenderlo, fue marcada tanto para la gloria como para la tragedia. Esa es una de las causas del tan criticado centralismo bogotano.
Escudo de armas de la muy noble y leal ciudad de Bogotá. El escudo de Bogotá es, de hecho el símbolo instaurado en 1538 por orden del Rey Carlos I. Se especula que las nueve granadas del borde, hacen referencia al número de territorios en los que se organizó al Reino de granada en sus origenes. En 1932 el escudo se adaptó como símbolo oficial de la ciudad. Fuente: Archivo de Bogotá.
Después de la prisión de Antonio Nariño, la Imprenta Patriótica, donde imprimió los pocos ejemplares fue llevada a la Biblioteca Real y adquirida luego por don Nicolás Calvo; funcionó en la Calle de los Carneros, hoy calle 15 de Bogotá. Actualmente se encuentra en el Museo Nacional de Colombia.
Antonio Nariño y la imprenta patriótica
La independencia de los reinos españoles de ultramar ya había sido considerada en España mucho antes de que se produjera la Revolución Francesa. El 24 de septiembre de 1781, José Abalos, [1] presentó a Carlos III un plan para independizar sus dominios americanos de forma pacífica y regulada. En 1806, Carlos IV se reunió con su consejo para examinar otro nuevo proyecto de independencia para los reinos americanos en el que se pretendía convertir un nuevo territorio de las posesiones españolas en un quinto estado independiente, además de los virreinatos de Nueva España, Nueva Granada, Perú y La Plata.
Ilustración de Carlos III hecha por Anton Raphael Mengs.
El resentimiento de los criollos contra los peninsulares se hizo más evidente no sólo con el incumplimiento de los pactos acordados en Zipaquirá con los líderes comuneros en 1781 –Galán y Berbeo, entre los principales- que fueron ejecutados, sino porque el aumento de los impuestos que impuso España para financiar sus guerras europeas, llevó casi a la quiebra a la élite criolla que empezaba a amasar fortunas de consideración con la venta del tabaco, el aguardiente y la quina. Al tiempo que familias enteras quedaban al borde de la ruina con el pago de onerosos impuestos, la propagación de las ideas de la Ilustración y del Siglo de las Luces entre los criollos fue moldeando el pensamiento de generación de jóvenes más proclives a las ideas de la república que de la monarquía.
Ovación y homenaje en 1910 a los comuneros que murieron en 1781. Fuente: Urna Centenaria. Archivo de Bogotá
La élite criolla que se hizo con el poder el 20 de julio (era de un liberalismo muy moderado, oscilando entre la monarquía y la república según soplaran los vientos, y fue personificada por José Miguel Pey, Jorge Tadeo Lozano, Manuel de Pombo, Pedro Groot, y Antonio Baraya, capitaneados por su mente más brillante: Camilo Torres. Pero enfrente de este sector político, se organizó un partido más radical, popular, republicano y claramente independentista, dirigido por José María Carbonell, con base en el barrio popular de San Victorino, partido al que se sumaría posteriormente Antonio Nariño, para convertirse en su gran jefe. La ciudad quedó políticamente dividida en “carracas” y “chisperos”.
Ilustración de Camilo Torres. Fuente: Revista del Colegio Mayor del Rosario, Urna Centenaria. Archivo de Bogotá.
Aunque suele pensarse que en el proceso de independencia de Colombia había consenso general de criollos, mestizos, indios y esclavos en torno a la decisión de separarse de España, lo cierto es que esta apreciación no es correcta. Parte de la población quería seguir perteneciendo a la Corona y fue leal al Rey. Agustín Agualongo, justamente, fue uno de los militares indígenas que combatió al servicio de los realistas contra los independentistas, que lo apresaron y fusilaron. Fernando VII le concedió póstumamente el grado de brigadier general. Durante algo más de trece años, Agualongo mantuvo una resistencia tenaz contra los ejércitos republicanos en el sur del virreinato de la Nueva Granada, en lo que hoy es el departamento de Nariño. Inclusive, sus tropas se batieron con las del propio Libertador, en la cruenta Batalla de Ibarra, en 1823.
Barule fue uno de los esclavos negros lideró las más grandes insurrecciones en el Chocó durante la colonia (1728), junto a los hermanos Antonio y Mateo Mina. Barule fue proclamado soberano y rey del Palenque de Tadó con más de 120 cimarrones. Logró confederar, ahí mismo, cerca de 2000 esclavizados procedentes de la zona de los ríos Nóvita y San Juan. A finales del 1727 los esclavos de una hacienda al frente de Barule, Antonia y Mateo Mina, organizan su cabildo y un día inesperado del mes de noviembre se inició la acción de guerra. Matan al esclavista y catorce españoles más. Dominado el territorio por los cimarrones tadoseños, Barule es proclamado rey, el palenque estructuró su propio gobierno y organización militar. El 19 de febrero de 1728 Barule y los hermanos Mina son delatados y fusilados por el teniente Tres Palacios Mier. El movimiento de Barule constituyó su pensamiento en el principio de libertad y de dignidad de la comunidad negra.
Ilustración de Barule. Fuente: Benkos Biohó. Archivo de Bogotá
Dentro de los acontecimientos del 20 de julio de 1810, el poder de la palabra jugó un papel vital para encender la chispa de la independencia, de ahí la importancia de José Acevedo y Gómez. Además de comerciante, político e ideólogo era formado en letras y estudios de gramática y filosofía en la Universidad del Rosario. Es conocido como “el Tribuno del Pueblo”, pues arengó a los santafereños, desde el balcón del antiguo Cabildo, con las siguientes palabras: “Si perdéis estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y feliz, antes de doce horas seréis tratados como insurgentes: ved [señalando las cárceles] los calabozos, los grillos y las cadenas que os esperan”.
El niño soldado Pedro Pascasio Martínez pasó a la historia no sólo por cuidar los caballos de Simón Bolívar en Boyacá, sino porque entregó a los patriotas al comandante español José María Barreiro. Cuenta la historia que en las horas de la noche del 7 de agosto, después del triunfo patriota y de la desbandada y huida acelerada de los realistas, los soldados Pedro Pascasio Martínez y el negro José encontraron a dos oficiales españoles que estaban ocultos en una cueva debajo de una piedra cerca del río. Los soldados patriotas se enfrentaron a los oficiales realistas, Pedro Pascasio con una lanza y el negro José con un fusil. Los oficiales realistas, uno de ellos Barreiro, intentaron defenderse con sus espadas, pero fueron reducidos. La satisfacción y alegría del Libertador por el arresto de Barreiro y por la digna actuación del soldado Pedro Pascasio Martínez, hizo que le hiciera un reconocimiento oficial, lo ascendió al grado de Sargento y le dio una gratificación de cien pesos. El 31 de agosto de 1819, el Libertador Bolívar sentó en el copiador de órdenes de su puño y letra, lo siguiente: “Ordenar a la Dirección General para que disponga se le den cien pesos al soldado Pedro Pascasio Martínez como gratificación por haber aprehendido en Boyacá al General Barreiro”. Pascasio Martínez, murió en Belén, el 24 de marzo de 1885.
Ilustración de Pedro Pascasio Martínez
Aunque el “Memorial de Agravios” no tuvo efectos políticos de importancia en su época y sólo lo conocieron contadas personas, su texto sirve, mejor que cualquier otro documento, para precisar la profundidad de los cambios que estaban operándose en el clima político de América y la altiva resolución que tenían los criollos de intervenir en el gobierno de los Dominios, alegando sus títulos de descendientes de los conquistadores y de herederos legítimos de la hegemonía que ellos establecieron sobre las poblaciones aborígenes de América, a las que miraban con mayor menosprecio que sus mismos antepasados. Es por ello que Torres increpa en su memorial: “Las Américas, señor, no están compuestas de extranjeros a la nación…Tan españoles somos, como los descendientes de don Pelayo, y tan acreedores, por esta razón, a las distinciones, privilegios y prerrogativas del resto de la nación”.
Fragmento del memorial de agravios. Fuente: Archivo de Bogotá
Cuando comenzamos el siglo XX no teníamos historia. Se había quemado en el incendio de las Galerías Arrubla, causado por el ciudadano alemán Emilio Streicher para cobrar un seguro. A eso de las once de la noche del 20 de mayo de 1900, comenzaron a arder no sólo los sombreros de la tienda del señor Streicher sino miles de expedientes del Archivo Municipal que relataban gran parte de nuestra historia colonial y los primeros noventa años de nuestra vida republicana. Con ellos se quemaron las actas originales de la Independencia y de la fundación de Bogotá, pérdidas irreparables que aún no terminamos de lamentar.
Incendio de las Galerias Arrubla - Álbum Fotográfico Ernst Röthlisberger / Universidad Nacional
El primer informe de los hechos ocurridos el 20 de julio, dirigido a las autoridades españolas en Madrid, fue hecho por Joaquín Carrión y Moreno. El original de este informe se encuentra en el Archivo General de Indias y fue publicado por José María Restrepo Sáenz, con el título de “Un español narrador de los sucesos del 20 de julio”, en el Boletín de Historia y Antigüedades (vol. XIX, No. 222, julio de 19132; p. 423-435). Carrión logró su libertad en 1811 y se trasladó a La Habana, en donde se encontró con el nuevo virrey nombrado para el Nuevo Reino de Granada, don Benito Pérez, que nunca se posesionó.
El español José González Llorente, a quien la historia oficial pinta como una persona histérica, mal hablada y enemiga de los americanos, era –en realidad- un próspero comerciante peninsular que había llegado a Cartagena a la edad de 12 años. Y era, para 1810, el único ciudadano en Santafé de Bogotá que sabía hablar inglés, aprendido durante su permanencia en la costa Caribe colombiana. De hecho, fue el traductor oficial de los documentos escritos en esa lengua para el virrey Amar y Borbón. También daba clases de caligrafía y gramática. Falleció en Cuba después de un exilio breve en Jamaica.
Pelea de Santamaría con Llorente en la esquina nororiental de la Plaza Mayor hoy en día llamada Plaza de Bolívar.
El 3 de junio de 1809, el cronista bogotano José María Caballero escribió en su diario que Santafé había amanecido inundada de pasquines que incitaban a la expulsión de unos franceses que salieron borrachos a las calles de San Victorino a lanzar vivas a Bonaparte, quien había apresado al mismísimo monarca Fernando VII. Sin embargo, otros escritos también preocupaban a las autoridades españolas. Aparentemente, sus autores eran estudiantes del Colegio Mayor del Rosario y del San Bartolomé, que incitaban a no pagar los impuestos reales y a apoyar, se murmuraba, los ideales de la revolución francesa. Aquellos pasquines, audaces y temerarios, ya ponían de manifiesto las ansias de independencia: “Si no quitan los estancos, si no cesa la opresión, se perderá lo robado, tendrá fin la usurpación”.
Diario de José María Caballero. Fuente: Biblioteca Nacional de Colombia