En 1938, en conmemoración al IV Centenario de fundación de la ciudad, se realizó esta famosa representación de Pedro Alcántara Quijano sobre el momento de la fundación de la capital.
Fundación de Santafé de Bogotá. Óleo de Pedro A. Quijano, 1938.
110 x 160 cm. Academia Colombiana de Historia, Bogotá.
Debido a la lectura hispanista del origen de la ciudad que se mantenían en los años treinta del siglo XX, la pintura “Fundación de Santafé” muestra una interpretación en la cual prima el papel de la Iglesia Católica como actor evangelizador, sin descontar la visión idealizada de los ejércitos monárquicos con sus grandes armaduras junto a una población indígena pasiva y sumisa ante la empresa conquistadora. Dicho cuadro es resguardado por la Academia Colombiana de Historia, y hace parte de la serie de sucesos históricos sobre la Fundación de la ciudad que fueron elaborados por Quijano y de los cuáles se destaca "La Misa de los Conquistadores", pieza que hoy en día se encuentra desaparecida y fue expuesta en el Teatro Municipal con motivo del Círculo de Bellas Artes de 1920, el cual dejo una estampilla como única copia realizada para el IV Centenario de fundación de Bogotá.
La Misa de los Conquistadores. Estampilla basada en el óleo desparecido de Pedro A. Quijano en la cual se representa la primera misa oficiada en Santa Fe, y de la cual solo se conserva esta copia proporcionada por Correos Nacionales.
En contraposición a la estética hispanista de Quijano y las imágenes que componen la narrativa de la conquista, a partir de la integración de nuevos movimientos como el muralismo mexicano o el surgimiento de otros locales como el bachuismo fue posible integrar nuevas lecturas y representaciones de la conquista y la fundación de Bogotá apoyadas en documentos e investigaciones que seguían las polémicas posiciones del historiador judío Juan Friede (1901-1990) y su crítica al trato de las poblaciones nativas americanas durante la conquista. Friede asumió una posición crítica frente a una versión romántica que perduró en Colombia hasta los años setenta del siglo XX, en donde solían omitirse los malos tratos a las poblaciones nativas y negras dentro del proyecto conquistador, acudiendo a la “leyenda negra” de Fray Bartolomé de Las Casas para cuestionar lo versión idealizada de “la leyenda rosa”.
La batalla de Bonza.
Óleo de Luis Alberto Acuña, 1950.
200 x 150 cm. Colección Juan Manuel Acuña, Bogotá.
De esta manera, surgen obras como la del pintor e historiador Luis Alberto Acuña, quién en 1950 pinta el óleo de gran formato “La batalla de Bonza”, en la cual pretendía representar la supuesta resistencia de los nativos de esta población prehispánica ubicada en la parte suroccidental de la Sabana de Bogotá. En la lectura de Acuña, la conquista y la violencia con la que fueron reducidos los grupos originarios resalta una adherencia al indigenismo, es decir, a una la reivindicación de los pueblos originarios americanos como sujetos dotados de un conocimiento y representaciones propias distintas a las provenientes de Europa. De esta manera, la presencia de líneas gruesas, la perdida de la perspectiva y profundidad como base del realismo occidental, y la aglomeración de personajes en la composición hacen relación al dibujo medieval europeo y a los grabados en piedra, tejidos y pinturas prehispánicas que representaban todo en un solo plano, dibujando los cuerpos macizos de sus personajes a partir de figuras geométricas muy definidas.
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A pesar de su contraposición con el arte europeizante que se había desarrollado hasta el momento, esta obra también presenta grandes contradicciones. Por un lado, reivindica la idealización hispanista al presentar los ejércitos españoles con pesadas armaduras y en condiciones de lucha con las cuáles no contaban en los primeros años de conquista del territorio americano; y por otro, queda atrapado en los recursos del arte colonial barroco al exponer el sufrimiento humano tanto de conquistadores como conquistados a través de la representación del escarnio sobre el cuerpo, un ejercicio que comúnmente era utilizado por los evangelizadores y encomenderos para ejercer autoridad dentro de los pueblos nativos más rebeldes.
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