Hasta el siglo XVII ni las calles ni las casas bogotanas tenían nomenclatura oficial y se conocían tan solo por algunas características asociadas: la calle del árbol, la del silencio, la de las brujas, la del panadero, la de la agonía, la del frente del convento, la de frente a la esquina de Felipe Santiago, etc. Claro, Santafé era una ciudad pequeña, con no más de veinte calles y hasta cierto punto no se requería un nombre que las distinguiera.
Aunque el 10 de noviembre de 1774 el virrey Manuel Guirior ordenó que “cada uno de los ocho alcaldes de barrio debería dar principio a las funciones de su Ministerio, poniendo nombre a las calles y numerando las casas del suyo por manzanas y casas”, entrado el siglo XIX la disposición no se había cumplido. Al decir del historiador Eduardo Posada “el nombre de las calles seguía apareciendo con alguna vaguedad en los documentos oficiales: calle arriba de la Portería de Santo Domingo, calle de la carnicería que llaman el estanco de velas, en la calle antes de llegar a la iglesia de Santa Clara, etc.”
De hecho, en las Guías del virreinato, publicadas en 1793 y 1794, aparecen todavía los nombres antiguos de las calles: la del Patriarca, la de Quesada, la de Borja, la de los curubos, la del Nacimiento, de la Toma….
Sea como fuere, lo cierto es que desde casi el momento de la fundación de la ciudad empezaron a ser acotados nombres que hacían alusión a personas, hechos o características de las calles, como la calle de la Fatiga debido a la pendiente que alcanza la calle 10 a la altura de la carrera 4, la calle Cara de Perro por un espanto de la tradición popular, la de las Bejares por la casa de la familia Bejares, la del Chorro de Santo Domingo por el convento, “Todo nombre de la ciudad implicaba una asociación que permitía materializar en la mente de los habitantes una forma colectiva de percibir el espacio” (Mejía, 1999).
Durante el siglo XIX Bogotá tuvo cuatro sistemas diferentes de nomenclatura el colonial que funcionó hasta 1849, año en que se implementa el segundo en cabeza de Vicente Lombana, gobernador de la Provincia de Bogotá. Las calles cambiaron de nombre de acuerdo a la gesta libertadora; entonces, la calle Cara de Perro, pasó a llamarse Carrera de Chiriquí, calle 2da. La Calle del Arco cambió a Carrera del Banco, a pesar de la resistencia de la ciudadanía.
La tercera estuvo viva solamente unas semanas de 1876, esta vez propuesta desde el Cabildo, de adaptar el sistema de Nueva York: la calle colonial de las Bejares, que se había convertido en 1849 en la Carrera de Barinas, calle 1ª., quedaba ahora, en 1876, localizada como Calle 11 al Norte” (Mejía, 1999).
En la ciudadanía no caló el modelo de Nueva York, por lo que fue retomado el modelo de nomenclatura anterior. Y finalmente en 1886 fue diseñado un esquema de nomenclatura adecuado a la realidad de la ciudad: las calles de oriente a oriente a occidente: Las Cruces hasta San Diego y las carreras enumeradas de sur a norte de la iglesia de Egipto hasta los extremos de San Victorino. El debate giró en torno al lugar que debía ser el punto cero: inicialmente consideraron que fuera la Plaza Mayor, finalmente se decidieron a que fuera la manzana más alejada de la ciudad en los cerros orientales.
Entonces, el antiguo chorro de Santo Domingo ubicado en la calle del mismo nombre, pasó a estar ubicada en 1849 en la carrera de Santa Marta, calle 1ª.; en la nomenclatura de 1876, sobre la Calle 3ª. al norte; y finalmente desde 1886, en la calle 13 entre carreras 7 y 8.
Estos cambios de nomenclatura, de acuerdo con la historiadora Stephanía Pinzón H, transformaron el mapa mental de las y los capitalinos, que fue aceptada y apropiada por la ciudadanía. “sin embargo, es importante señalar que se trató de una imposición de las élites que gobernaron la ciudad, significó la destrucción de hitos urbanos, sumado a ello trajo consigo la transformación de la ciudad vivida por los sectores populares, como el reemplazo de plazoletas por parques, el traslado de plazas de mercado, como Plaza Mayor a la plaza de La Concepción, lo que implicó la marginalización de dichos sectores”.
Apéndice:
Las calles de Bogotá, fueron diseñadas en forma de cuadrícula. Las Carreras van paralelas a las montañas de sur a norte y se pueden encontrar con abreviaturas como "Cra", "K" y "Kra".
Las Calles van del este al oeste y atraviesan las Carreras verticalmente. La abreviación de calle es "Cll", "Cl", ó "C".
Además de las carreras y calles tenemos las "Diagonales" y las "Transversales".
Las diagonales con las calles que están trazadas de manera tal, que no respetan la cuadrícula normal del trazado urbano. Avanzan con una recta formando cierta inclinación. Las diagonales van del este al oeste, como las calles.
Las transversales van como las carreras, de sur a norte. Las avenidas van paralelas, diagonales o perpendiculares a las calles; son calles principales y en general, más anchas que las otras.
Cada dirección donde se puede ubicar algún lugar en la ciudad de los bogotanitos, consiste en una serie de números. Por ejemplo: Calle 42 # 15-34. Esto significa que la casa está situada en la calle 42, a 34 metros de distancia de la esquina de la carrera 15 hacia la carrera 16.
Las calles de tu ciudad y del resto del país usan el sistema numérico.
Fuente: Cultura, Recreación y Deporte.