Por Carmen Alicia Florián Navas
Historiadora
Los días 6 y 7 de noviembre de 2020 se conmemoraron 35 años de la toma y retoma del Palacio de Justicia, un episodio de nuestra historia reciente que, como tantos otros, produjo muertes, desapariciones y victimas que siguen demandando verdad. Nos sumamos a la conmemoración con una breve reflexión sobre tres obras de teatro, seleccionadas entre el vasto repertorio que se ha producido en Colombia sobre la guerra. Sus títulos: El paso (1988) obra del teatro La Candelaria; La siempreviva (1994), obra del teatro El Local; y El deber de Festner (2010), obra del Teatro Nacional. Las tres, son creaciones que consiguen hacernos recordar episodios dolorosos, sobre todo episodios vergonzosos ocurridos en Colombia al final del siglo XX.
1. El paso (parábola del camino)
Durante la investigación realizada por el Archivo de Bogotá sobre la historia del Teatro la Candelaria, fueron entrevistados varios actores del grupo quienes reconocieron El Paso como una obra premonitoria, un presagio de la guerra. En opinión del investigador especialista en teatro Luis Fernando Duque, se trata de una de las obras más importantes de La Candelaria en la que, “(…) es evidente la manera como el arte se anticipa a la realidad, como el arte empieza a anunciar la tragedia que viene, en el silencio más terrible y en el olvido más espantoso, en un país completamente de espaldas a la realidad”.
La obra que fue estrenada en 1988 contó con la participación de algunos actores fundadores del grupo, como Patricia Ariza y de otros como Nohora Ayala, Ignacio Rodríguez y Carolina Vivas, que ingresaron en las décadas del setenta y ochenta.
En una de las entrevistas Carolina Vivas describió de manera contundente el contexto en el que se produjo la obra. En su opinión, en los años ochenta el país “(…) soterradamente estaba transformando sus violencias, para luego en el fin de siglo, eructar toda esta cosa asquerosa del narcotráfico, que deviene después en el paramilitarismo y que encuentra un movimiento teatral vinculado a los movimientos sociales. Señala que la guerra acabó con todo el tejido social: “(…) Y por lo tanto desaparece el gremio de los teatristas, porque con la aparición del Ministerio y de ese tipo de entidades de gestión, aparecen las limosnas y por las limosnas los mendigos se matan entre sí (…).
Para los actores entrevistados, El Paso es una obra paradigmática en la cual se privilegia el silencio y la música ambiental que permite al espectador valorar las miradas, los gestos, la atmósfera de peligro constante. Nohora Ayala recuerda que cuando Bernardo Jaramillo vio la obra, comentó como haciendo una premonición, que en ese lugar podían pasar muchas cosas y añade que en la obra se pueden ver: “(...) los coágulos de sangre en los que se mantiene el país, en esa arena movediza de zozobra, de incertidumbre, (…) y lo que se desarrolla después (…). Por su parte Ignacio Rodríguez considera que El paso se adelanta a su tiempo, “(…) es la coyuntura en que empieza el ascenso del narcotráfico y entra en conflicto con la guerrilla (…).
2. La Siempreviva.
El maestro Miguel Torres donó al Archivo de Bogotá el acervo documental del Teatro El Local, entidad fundada en 1970, comprometida con la creación de una dramaturgia nacional, que se caracterizó por plantear en sus obras la reflexión sobre la justicia y los conflictos sociales del hombre contemporáneo, con énfasis en la problemática latinoamericana. La colección que comprende el periodo 1960-2012, está conformada por 4295 documentos textuales, 2121 imágenes, 7 afiches y 91 documentos de audio y video.
Hacen parte de esta colección los documentos que dan cuenta de la creación de La Siempreviva, estrenada en 1994, considerada una de las cinco obras más importantes del Teatro Colombiano del Siglo XX y cuyo tema central es el de los desaparecidos del Palacio de Justicia como acontecimiento que irrumpe en la cotidianidad de una casa de inquilinato del barrio La Candelaria de Bogotá.
La obra explora los sucesos ocurridos en noviembre de 1985 y sus consecuencias. “(…) es una profunda reflexión que nos indaga a fondo acerca de la violencia y la barbarie, la soledad y la desolación, el desquiciamiento y la locura que vive y sufre nuestro país. Es un teatro que nos identifica, nos emociona y nos golpea hasta lo más profundo de nuestra conciencia. Una obra que pone su dedo grande en la más reciente y honda herida por donde sangra nuestra memoria (…)”.
3. El deber de Fenster.
El sábado 30 de octubre de 2010 fue la última presentación de la obra El deber de Fenster, del Teatro Nacional. El guion escrito por Humberto Dorado resultó ganador del premio Fanny Mickey 2009, la obra estuvo dirigida por Nicolás Montero y Laura Villegas, con la actuación de Jairo Camargo (Fenster) y Daniel Castaño (Daniel Arcila). La obra presenta los sucesos ocurridos en Trujillo entre 1988 y 1992; una masacre en la que fueron asesinadas alrededor de 300 personas, entre ellas el párroco Tiberio Fernández Mafla y Daniel Arcila Cardona, un muchacho de 25 años, ex militar y ex informante de los paramilitares. Hijo de campesinos y colaborador de los paramilitares, Daniel Arcila presenció el asesinato de vecinos y familiares suyos, y ante la certeza de su asesinato, decidió fugarse. En Bogotá les contó a las autoridades (Fiscalía) lo que presenció y en lo que fue partícipe. Las autoridades no le creyeron, lo declararon loco y le prestaron protección por un tiempo, al cabo del cual (un año) regresó a Trujillo, en 1990 fue desaparecido y en 2008 después de la denuncia por desaparición puesta por el padre Javier Giraldo fueron conocidos los detalles de su asesinato por los paramilitares de la zona.
La obra sucede en el año 2110, es un monólogo en el que un documentalista alemán (Fenster), recibe la orden de hacer un trabajo sobre el expediente 11007 y conoce la crueldad de la guerra en Colombia. Impresionado por la información contenida en los documentos que conforman el expediente, Fenster se enfrenta con el fantasma de Daniel Arcila, recreado a partir del manuscrito que dejó como testimonio de los horrores que presenció. Aunque inicialmente a Daniel Arcila nadie le creyó, años más tarde confrontando su declaración (manuscrito) con los hechos y con otros testimonios y pruebas, la justicia colombiana estableció que había dicho la verdad.
El título de la obra es una orden que nos impone “el deber de recordar”, para construir procesos solidarios con quienes han debido sufrir de cerca el costo de la guerra. Pero sobre todo para construir una ética pública que a partir del consenso sobre los hechos de memoria posibilite una convivencia más sana.
Conclusión
Al final de la obra El deber de Festner, una religiosa que ha acompañado a las víctimas de Trujillo se pregunta ¿Por qué no recordar? y da algunas posibles respuestas: por miedo, por vergüenza, para sobrevivir. Esa pregunta, que parte de una afirmación: “no recordamos”, ha sido la motivación de este escrito dada su implicación en la historia reciente de Colombia, en la memoria oficial, en la relación de esta memoria con un tipo de archivo y con la historia que aprendemos y reproducimos.
Bibliografía
- Florián Navas Carmen Alicia. El Teatro La Candelaria a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI (1991-2015). Institucionalización de la cultura y gestión cultural en Bogotá. Archivo de Bogotá, Secretaría General de la Alcaldía Mayor 2016. Documento sin publicar.
- Duque Mesa, Fernando; Peñuela Ortiz, Fernando; Prada Prada, Jorge. “Experiencia del taller teatral”. En: Investigación y praxis teatral en Colombia. Santafé de Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura. Subdirección de Comunicaciones Culturales. División de Publicaciones, 1994.
- Comisión de Investigación de los sucesos violentos de Trujillo. Caso 11007 de la Comisión interamericana de Derechos Humanos. Informe final. 1995
- Trujillo una tragedia que no cesa. Primer gran informe de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación. 2ª Edición, Paneta, Bogotá 2008.