El día de las velitas se celebra como vigilia de la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, de acuerdo con la bula Ineffabilis Deus, del 8 de diciembre de 1854, promulgada por el papa Pio IX y que básicamente declaró dogma de fe a la Inmaculada Concepción por haber sido preservada del pecado original:
“...Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia Católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osare manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintiere en su corazón, y por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por derecho”.
Aunque a partir de esa fecha se instauró la costumbre de prender velas y colgar faroles en las ventanas y puertas de las casas en la noche del 7 de diciembre, como antesala a la fiesta de la Inmaculada Concepción, lo cierto es que ya desde los tiempos del imperio romano existían diversas fiestas religiosas y paganas en las que hacían homenajes a mujeres semidiosas, consideradas vírgenes. A mediados del siglo XV se propagó una fiesta por Irlanda, Inglaterra, Alemania, Francia y España, conocida como “La concepción de Nuestra Señora”, que justamente se llevaba a cabo el 8 de diciembre, día en que también celebra la anunciación del Arcángel a María.
Sea como fuere, desde1854 las familias colombianas se reúnen para prender al menos una docena de pequeñas velas de colores y faroles, y colocan banderas de colores blanco y azul (aunque esta tradición se ha ido perdiendo ), para convertir las calles en un bello espectáculo luminoso. El uso de las banderas blanco y azul remite a la época colonial y representa un saludo a la Virgen. Los colores incluidos son los que habitualmente luce la Virgen María en las representaciones oficiales de la Iglesia.
Según algunos teólogos, la noche de las velitas significa la iluminación que hizo Dios en la Virgen y la aceptación de ella de ese proceso divino. Además, subrayan que en la noche del 7 de diciembre existe una gran influencia materna que evidencia el lugar preponderante que tiene la madre en el hogar y en la sociedad. Monseñor Juan Carlos Castellanos sostiene que las velitas son un simbolismo y representan la unidad familiar, la fe y la esperanza. Es un momento idóneo para encontrarse con la familia y abrazar las creencias cristianas.
De acuerdo con su opinión, “la noche de las velitas es una forma de revivir las tradiciones hermosas venidas del campo y recordar cómo los campesinos prendían las hogueras para saltarlas en un acto de valor”.