Por Bernardo Vasco/Periodista del Archivo de Bogotá
Se dice que el padre fray Domingo de las Casas celebró la primera misa en una iglesia y en 12 casitas de paja, “en honor de los 12 apóstoles”, pero al decir del historiador colombo-polaco Juan Friede, fue en honor de las 12 tribus de Israel, puesto que el ‘adelantado’ Jiménez de Quesada era de origen converso, es decir, judío.
Esta tesis es compartida también por el poeta y cronista Juan de Castellanos, quien fue amigo de los fundadores y siempre sostuvo que se hizo “en memoria de las 12 fuentes de Elín por dónde estos pasaron, y de las 12 piedras que sacaron del Jordán y pusieron en la tierra de Gálgala”.
Tampoco fue fundada una sino tres veces: la primera hacia finales de 1537, cuando las tropas españolas establecieron un campamento militar en lo que hoy es la carrera 2a. con calle 13, cerca del Chorro de Quevedo. Un sitio que también se conoció como Villorrio y Pueblo Viejo.
La segunda fue el 6 de agosto de 1538, cuando Quesada escogió los solares para domicilio de sus soldados, alrededor de la que se conoció como plaza de las Yerbas –plaza Santander– y donde se ofició la “primera misa”.
Y la tercera, la definitiva, el 27 de abril de 1539, cuando se formalizó la fundación de la ciudad con los protocolos jurídicos que exigía la Corona Española, y en presencia de tres fundadores: el propio don Gonzalo y los recién llegados a la sabana, Sebastián de Belalcázar y el alemán Nicolás de Federmán, cuyas campañas de exploración en el Nuevo Mundo fueron financiadas por la casa de banqueros Welser.
Ahora sí, como narran diversos cronistas, la fundación se hizo en la actual plaza de Bolívar (tras un sonado pleito jurídico, el monarca español resolvió que Quesada era el único fundador).
Sin embargo, la idea de fundar una ciudad ni siquiera fue de Quesada sino de Belalcázar, quien le sugirió a su compañero de aventuras establecer un poblado para, desde allí, iniciar la conquista del territorio. De acuerdo con la versión del historiador Eduardo Posada, en su libro Narraciones, de 1906, “Quesada no pensó entonces en levantar una ciudad que llegase a ser populosa, sino levantar una especie de aduar (pequeñas tiendas de campaña, al estilo beduino) para pasar las horas de la conquista y, sobre todo, a fin de dejarles sus casas libres a los pobres indios allá en Bacatá, y poner en sitio aparte su vivac (campamento militar o refugio improvisado).
El mismo Posada asegura que la idea de crear una ciudad española fue de Belalcázar, quien venía del Perú dejando un reguero de pueblos en su camino porque, “no solo era un soldado audaz que derribaba con su brazo de atleta las nacionalidades indígenas, sino un hábil organizador que fundaba nuevos pueblos sobre los escombros de las tribus caídas”.
La fundación jurídica de la ciudad se hizo con toda la pompa y el boato. En el centro de la aldea, que los españoles comenzaron a llamar ciudad, en un espacio cuadrado de 80 metros por lado, (la que sería la futura plaza de Bolívar) se formaron los tres ejércitos: al sur el de Federmán, vestido de pieles; al occidente, el de Belalcázar, adornado de sedas y vistosos penachos, y al norte, el de Quesada, cubierto de mantas y sombreros de paja. Tal como rememora Posada, cada uno tenía 160 hombres, y al frente estaban sus jefes y capitanes. “En la tropa del conquistador de Quito y en la del vencedor del Zipa predominaban los morenos, el tipo andaluz, de cabellos negros y ojos como azabaches”.
De esta manera se hizo la fundación formal de Bogotá. Se designaron entonces los sitios para la iglesia principal, la casa de gobierno, la cárcel, así como los solares para los primeros vecinos. Bogotá, Facatá o incluso Mueketá –que significarían algo así como fin del valle, remate de sierra o extremidad del campo– era un poblado indígena ubicado en un lugar entre Funza y Cota, como se aprecia en el antiguo mapa que dibujó el cacique Diego de Torres, hacia 1538.
El nombre de Santafé fue dado por la Corona española el 27 de julio de 1540, según petición que hizo Sebastián Rodríguez en nombre del Consejo del pueblo de los primeros españoles asentados aquí. A fines del siglo XVII se le empezó a agregar el sobrenombre de Bogotá, para no confundirla con Santafé de Antioquia. Tras la independencia se resolvió suprimir a la capital el nombre de Santafé y dejarle tan solo el apellido de Bogotá, tal como se acordó en el Congreso reunido en Angostura, en 1819.