El “humilladero” era un lugar devoto que solía estar a las entradas y salidas de los pueblos hispánicos, con una cruz o una imagen; en el caso de la antigua Santafé, fue la primera iglesia de teja que hubo, y fue consagrada el 6 de agosto de 1544, a escasos cinco años de la fundación de la ciudad. Lo particular de la historia de este templo es que diversos estudiosos, como Plaza y Groot, afirmaron que en ella se ofició la primera misa, al contrario de Rodríguez Freyle, el padre Simón o Vergara y Vergara, que sustentaron que fue en el lugar que hoy ocupa la Catedral Primada.
De cualquier manera, según un artículo publicado en el número 10 de El Mosaico, de 1864, se dice que el conquistador Juan Muñoz de Collantes pidió al Cabildo el miércoles santo de 1543 un solar para edificar un humilladero, y que “obtenida la merced se midió luego el terreno, tomó posesión de él la cofradía de La Veracruz, en cuyo nombre se había pedido” y se edificó el “tal humilladero en un cabo de dicho pedazo de tierra”. Gobernaba entonces en el Nuevo Reino de Granada Alonso Luis de Lugo, puesto que Gonzalo Jiménez de Quesada había viajado a España con Nicolás de Federmán y Sebastián de Belalcázar a dirimir el pleito sobre quién había fundado la ciudad, que ganó el primero de ellos.
Durante años fue costumbre que los conquistadores pasaran el jueves santo por el rústico puente de tablas que había en el río San Francisco para llegar a la Capilla del Humilladero, en donde rezaban ante el pequeño altar, cubierto de frailejón y de musgo.
Según sostiene el historiador Eduardo Posada (Narraciones, capítulos para una historia de Bogotá, 1906), a mediados del siglo XVIII los cofrades de la Orden de la Tercera quisieron demoler la ermita para edificar allí su iglesia, pero el procurador Moreno y Escandón se opuso. “En El Humilladero, asegura, existían un Cristo y dos ladrones de tamaño natural, esculpidos en madera. Los indios eran devotos del mal ladrón y le ponían velas cuando algo se les perdía o cuando querían que no se descubriese el robo que ellos habían hecho”.
El final de la capilla comenzó en 1876, cuando el gobernador de Cundinamarca la ocupó y la destinó a inspección de policía, y se materializó a mediados del siguiente año cuando fue demolida para ampliar el parque Santander. La propuesta de su demolición fue del llamado Dr. Galindo, representante a la Cámara, quien posteriormente, en sus memorias, Recuerdos históricos, se arrepintió de haberlo hecho: “no lo hice por un sentimiento de persecución u odio religioso, sino únicamente por tratarse de un cuarto o pieza desprovisto de todo mérito arquitectónico, que caía ya en ruinas, alrededor del cual se vendía cebada en rama y pasto para las bestias, y que impedía el embellecimiento de aquella plazuela, destinada a ser convertida, como lo fue, en un hermoso parque”.
Al decir de Posada, que comparte sus argumentos, “triste es que se haya destruido ese recuerdo de otra época, censurable que no se hubiese solicitado la venia del Prelado, pero lo cierto es que él no tenía mayor interés histórico, ni mérito ninguno artístico, y sí era un estorbo para embellecer aquella plaza”.
El lugar donde estuvo la Capilla de El Humilladero corresponde a la actual cra 7 con calle 16, frente al edificio Avianca.