Alrededor de la Quinta de Bolívar se han tejido numerosas historias. Que el general París se la regaló a Simón Bolívar, o que fue este quien se la obsequió al militar. En este artículo escrito por el historiador Eduardo Posada en 1906 se revelan detalles desconocidos sobre el papel que jugo Santander en su mantenimiento locativo.
La poética Quinta situada al pie de Monserrate, y que lleva el nombre del Libertador, fue edificada, a principios del siglo pasado, por D. José Antonio Portocarrero, acaudalado comerciante de la capital. Él compró, en 29 de enero de 1800, con este propósito, al Cura de Monserrate, Dr. José Torres Patiño, el terreno, que era propiedad de aquella capilla.
Allí, según parece, el Sr. Portocarrero gustaba de obsequiar al Virrey Amar, y con este motivo hizo pintar en el comedor dos geniecillos que sostenían esta equívoca inscripción: Amar es mi delicia, la cual fue reemplazada en tiempo del Libertador por esta otra: Bolívar es el Dios de Colombia. (Dato citado por Caicedo Rojas en el artículo Cristina, publicado en El Repertorio Colombiano, septiembre de 1880, tomo V).
Pocos años disfrutó de su Quinta el Sr. Portocarrero, pues murió repentinamente en 1810, el día de Año nuevo. Tocóle en herencia a su hija Tadea, esposa del Sr. José María García. Habiendo muerto también ésta, algún tiempo después, vino a ser la Quinta de propiedad de sus hijos, aún memores de edad. A mediados de 1820, cuando Bolívar se hallaba en el Norte, resolvió el gobierno de la Nueva Granada hacerle al Libertador el presente de una finca en Bogotá, y se les compró a dichos menores la Quinta, el 16 de junio de ese año. La escritura de venta la otorgó, como tutora de ellos, la Sra. Castillo de García, su abuela paterna, pues su padre se hallaba emigrado, según dice aquel instrumento público.
Por parte del Gobierno contrató el Sr. Tiburcio Echeverría, Gobernador político del Estado, ciudadano que prestó tan eficaces servicios en aquellos solemnes días y que murió años después en Dieppe, en misión diplomática. “Dicha compra, dice Echeverría en la escritura, la hace a nombre del Excmo. Sr. Vicepresidente y del Estado, para mejorar la Quinta en el modo posible y presentarla al Excmo. Sr. Libertador Presidente de la República, Simón Bolívar, como una pequeña demostración de la gratitud y reconocimiento en que se halla constituido este Departamento, por tan inmensos beneficios de que lo ha colmado S.E., restituyéndole su libertad”. (Nota del autor: Esta escritura fue hallada hace poco y vino a comprobar que la Quinta había sido regalada a Bolívar desde 1820, y no al volver del Perú, en 1826, como se creía generalmente).
García regresó a la ciudad algún tiempo después y ratificó la escritura otorgada en nombre de sus hijos (31 de marzo de 1821). La venta se había hecho por $ 2.500.
No hemos podido hallar el dato preciso de la época en que Bolívar ocupó por primera vez la Quinta. Sin duda fue en enero de 1821, día en el cual hizo su nueva entrada a Bogotá, y quizás allá habitaría durante el mes que permaneció en la capital.
En una carta que el General Santander escribió al Dr. Osorio en mayo de 1821, cuando éste se hallaba en el Congreso de Cúcuta, le dice: “he hallado de acuerdo con usted en no admitir la renuncia del General Bolívar: oblíguenlo a que acaban de destruir el enemigo en Venezuela y que luego se venga a la Quinta de ciudadano”.
Durante su ausencia en el Perú, cuando estaba por allá conquistando nuevos laureles y dando la libertad a un mundo, su Quinta era debidamente cuidada por Santander. He aquí algunos párrafos de las cartas que éste le escribía:
No tenga cuidad por la Quinta, que aquí procuramos París y yo componérsela regularmente. Le costará sus mil a mil quinientos pesos, pero puede quedar de gusto y muy digna del Libertador de Colombia”. (20 de febrero de 1823).
“Hice emplear muchos pesos en componer la Quinta que dejó Anacleto arruinada, y aunque no quedará de gran lujo, quedará de gusto y mejor que nunca. Si usted quiere que se pasen estos gastos a cuenta de sus sueldos atrasados, me alegraré mucho, porque me valdría algo. Acuérdese de que sueldos atrasados no le debemos menos de cien mil pesos, y los que se gastarán en la Quinta no pasarán de dos mil, según el cálculo de Arrubla, a quien le he encargado esta composición (6 de agosto de 1826).
“Avíseme siquiera de Popayán su venida, y más o menos el día de su llegada. Yo ansío por verlo, y no está lejos de que vaya hasta la Purificación a encontrarle. Su Quinta se la tengo bien compuesta y decente. Hemos echado mano de sueldos atrasados para que siquiera sirvan para proporcionar un desahogo a quien tanto lo necesita y lo merece. Vergüenza me diera que usted se alojara como antes y se sirviera de muebles prestados. Juan M. Arrubla me ha servido mucho en esta operación”. (21 de septiembre de 1826).
“Me parece que el Palacio no puede habitarse, porque lo están reparando del daño delos temblores, pero la Quinta de usted, como ya le he dicho, está sana y compuesta. Sin embargo, el Palacio está desocupado por mí, pues tengo mi casa preparada hace más de un mes, como que no habitaré más esta casa de Gobierno”. (29 de octubre de 1826).
Hasta aquí el texto de Posada.
Epílogo
Bolívar habitó la Quinta durante diez días en noviembre de 1826; a su regreso, en 1827 y luego en 1828. En enero de 1830, poco antes de salir hacia Santa Marta, el Libertador hizo donación de la casona al señor José Ignacio París.