Por Carlos Vidales
En 1888 el escritor liberal español Juan Valera, en sus célebres Cartas Americanas se manifestaba sorprendido ante la gran cantidad de mujeres colombianas que sobresalían en la poesía y la literatura. Luego de analizar, en términos elogiosos, los versos de la poeta Agripina Montes del Valle, cuyo poema "Al Salto del Tequendama" le parecía superior en calidad y belleza al de su contemporáneo José Joaquín Ortiz, comentó:
No es Agripina Montes la única poetisa de nota que el Parnaso Colombiano nos da a conocer. Hay otras que llaman mucho la atención y se ganan el aprecio de los lectores.
Yo me figuro que en Colombia no deben de ocurrir las varias causas que en España, y sobre todo en Madrid, influyen para que las mujeres no escriban versos. Nuestros padres y abuelos, hartos de los discreteos, latines y tiquis-miquis de las damas de Calderón, condenaron el saber en las mujeres, denigraron a las mujeres sabias con los apodos de licurgas y marisabidillas, y pusieron el ideal femenino en la más crasa ignorancia. (3 de septiembre de 1888, p. 203)
Desde los tiempos en que Valera escribió estas líneas se ha avanzado mucho en el estudio de la presencia femenina en la literatura y el periodismo colombianos. Durante las últimas dos décadas del siglo XX, nuevas perspectivas y enfoques han abierto el camino hacia una mejor comprensión sobre la situación de la mujer colombiana en la sociedad, en general, y en los campos de la creación intelectual, en particular.
Los nuevos estudios han superado ya la primera fase de la investigación de género en Colombia. Ahora ya no se trata simplemente de sacar a la luz nombres olvidados o discriminados, ni de enumerar más y más mujeres ilustres. Mucho menos se trata de confeccionar elogios "políticamente correctos" hacia las escritoras que se estudian, con amables alusiones a la hermosura física de dichas damas. Si bien todo esto puede parecer encantador, hoy el investigador se encuentra frente a nuevas y más complejas tareas que lo obligan a revisar la sociedad en su conjunto: las estructuras políticas y de clases, la legislación, la historia de las mentalidades, la evolución de las relaciones en el seno de la familia, el desarrollo de la educación y la dinámica de las relaciones interétnicas e interculturales, son algunos de los más importantes campos de estudio.
El proceso de la independencia y de la formación de las nuevas naciones hispanoamericanas fue largo y complejo. Las grandes rebeliones populares de 1780-83 y las conspiraciones criollas que inquietaron la vida colonial durante las dos últimas décadas del siglo XVIII contribuyeron fuertemente al surgimiento de grupos intelectuales que cuestionaban todo el sistema de dominación español. La sociedad en su conjunto era, y continuó siendo durante mucho tiempo, patriarcal y católica. Pero en su interior crecían grupos y sectores ideológicamente opuestos a los valores tradicionales.
Tales grupos fueron inicialmente pequeños y necesariamente secretos. La documentación que se conserva sobre su existencia y formas de vida consiste principalmente en los papeles relacionados con los procesos a que fueron sometidos los conspiradores y rebeldes, y en la correspondencia familiar de los presos, perseguidos y desterrados. Es allí donde encontramos las primeras piezas de una literatura femenina auténticamente nacional, pues con frecuencia las esposas, novias, hermanas, primas y sobrinas informaban en ellas a sus parientes masculinos sobre el estado político de su provincia o región, sobre el estado de ánimo de la población y sobre las medidas represivas tomadas por el régimen contra las nuevas ideas. Se conservan también las peticiones jurídicas o representaciones hechas por las esposas o hermanas de los rebeldes presos, pidiendo el perdón para sus maridos o hermanos o solicitando una reducción de los castigos. Son con frecuencia documentos largos, escritos con mucho detalle y cuidado. Por ellos podemos constatar que esas mujeres pertenecían a un grupo social minoritario, constituido esencialmente por criollos (blancos descendientes de españoles, nacidos en el país) sin títulos de nobleza y pertenecientes al estado medio, es decir, al estrato social de los comerciantes, letrados, profesionales, secretarios y empleados de la burocracia colonial.
De este grupo social salieron las ideas más radicales y los proyectos ideológicos más avanzados de la independencia. Y este fue también el grupo más castigado durante las terribles guerras libradas entre 1810 y 1820. La mayor parte de sus hombres notables, y no pocas de sus mujeres, fueron sacrificados en las carnicerías de la Reconquista (1814-1816) y en los combates que siguieron hasta la consolidación de la independencia nacional. Muchas mujeres de este estrato social quedaron viudas durante este sangriento período y debieron hacerse cargo de los negocios de la familia y del cuidado de los hijos. Las leyes y decretos de pensiones vitalicias dictadas por la república en favor de estas mujeres fueron un factor determinante para su supervivencia, en muchos casos, y para asegurarles una situación económica que les permitía una participación más abierta y menos condicionada en la sociedad de su tiempo.
Es un hecho comprobable que las mujeres nacidas en las familias masónicas más radicales de ese período fueron, sin excepción, católicas y firmes defensoras del sacramento matrimonial. Este es el caso de nuestras escritoras y periodistas. La muy repetida explicación de que "la mujer es más conservadora que el hombre" me ha parecido siempre muy superficial. En el catolicismo de las escritoras y periodistas colombianas del siglo XIX, muchas de ellas hijas de próceres anticatólicos, me parece ver una reacción humanista contra la intolerancia antirreligiosa y una manera de ejercer la libertad de conciencia que esos próceres predicaban, aunque no siempre respetaban.
Al producirse la caída en desgracia del vicepresidente Santander (1828) y la dictadura del Libertador Simón Bolívar, son anuladas las reformas educativas, restituidos los privilegios de la Iglesia Católica y reafirmada la autoridad patriarcal en el seno de la familia y de la sociedad. El Libertador, en este momento oscuro y trágico de su existencia, recurre a los pronunciamientos de padres de familia para sostener su autoridad dictatorial, anulando de esta manera la todavía débil opinión pública, que apenas daba sus primeros pasos con sus asambleas populares, sus grupos políticos y sus publicaciones periódicas. Un patriarcalismo doctrinario y militarista se impone como fórmula sustitutiva de las consultas populares.
La muerte de Bolívar (1830) abrirá en cambio el camino a una fanática reacción antibolivariana con injustas persecuciones y odiosos ajustes de cuentas. Este es el período de los Caudillos y sus guerras civiles (1831-1845), durante el cual el país se va a sumir en la violencia y los enfrentamientos regionales, y durante el cual la condición de literato, político y señor de la guerra estará encarnada en una sola persona, el jefe del poder provincial o local. Surgirá una multitud de periódicos en cada una de las regiones en conflicto, pero serán publicaciones puestas al servicio de las guerras civiles. En tales condiciones habrá poco espacio político para la expresión de literatura femenina y periodismo de mujeres. Las escritoras formadas y crecidas en aquella época se van a expresar entonces en la poesía mística o en narraciones costumbristas, principalmente. La mayoría de esas escritoras van a publicar sus producciones en los períodos subsiguientes.
Entre 1845 y 1860 la nación colombiana vive el período de la formación de los partidos históricos. Por primera vez comienzan a ser publicados poemas, relatos y otros escritos producidos por mujeres. La fundación de la Sociedad Literaria (1845), creada por un grupo de jóvenes estudiantes de Derecho, será el punto de partida de una gran cantidad de clubes, asociaciones y sociedades culturales en los cuales comienzan a participar las mujeres, apoyadas y estimuladas por los grupos liberales más avanzados. La sociedad presentaba entonces un cuadro contradictorio: en todas las clases sociales imperaba todavía un tradicionalismo patriarcal y se consideraba que la mujer no debía tener otro oficio que las labores del hogar, pero al mismo tiempo, una minoría intelectual ilustrada, muy ruidosa y muy entusiasta, difundía en innumerables publicaciones las más atrevidas ideas y daba espacio en sus páginas a las mujeres escritoras. Un visitante extranjero que hubiese querido conocer a Colombia por aquellos años y solamente se hubiera guiado por la lectura de la prensa, habría pensado seguramente que se encontraba en el país más avanzado del mundo. La realidad social, sin embargo, era muy diferente.
El triunfo del liberalismo, consagrado por el ascenso de José Hilario López al poder y la victoria constitucionalista en la guerra civil de 1860, había sido precedido por una gran ofensiva ideológica de las fuerzas más radicales de ese partido. En este punto debe anotarse que el liberalismo colombiano tenía entonces dos corrientes ideológicas muy claramente definidas: una corriente doctrinaria, ortodoxa, que defendía sobre todo los principios del librecambio y de la absoluta libertad de comercio, es decir, los postulados económicos del más puro liberalismo de Manchester; y otra corriente, humanista y radical, que defendía los postulados sociales y políticos de la ilustración, los Derechos Humanos, la defensa de las clases trabajadoras y el mejoramiento de la condición de la mujer.
Florecieron los centros de poder regionales y surgieron innumerables periódicos y publicaciones en cada centro provincial. Las pequeñas élites intelectuales de esas provincias, hasta entonces obligadas a depender de la vida cultural de Bogotá, pudieron expresarse y fortalecerse, al mismo tiempo que participaban como detentadoras del poder en sus respectivos Estados Soberanos. Comenzaron a ser conocidas, en consecuencia, muchas escritoras, poetas y periodistas de provincia. Se multiplicaron las publicaciones dirigidas a la mujer. Más de la mitad de ellas fueron fundadas y redactadas por hombres y las demás realizadas íntegramente por mujeres, como Soledad Acosta de Samper, Agripina Montes del Valle y Mercedes Flórez.
En todo caso, en los casi ochenta años transcurridos desde los tiempos sombríos de la Reconquista, en los inicios del siglo, hasta el fin de la Regeneración, las mujeres intelectuales del país habían logrado inmensos avances y aportado con muy valiosas creaciones a la cultura nacional. Probablemente por eso lograron ellas resistir los años terribles que vendrían. La guerra civil de los Mil Días (1899-1902) fue otra de las hecatombes montruosas en que la sociedad colombiana se hunde, con trágica frecuencia, desde la fundación de la República. El nuevo siglo se abrió con un baño de sangre y Colombia perdió el territorio de Panamá, por su propia mezquindad y estupidez y por la inteligente rapacidad de la potencia norteamericana. Soledad Acosta de Samper se habría de distinguir durante aquellos días luctuosos, movilizando a la opinión pública en defensa de la paz y de la soberanía nacional. Esta es, probablemente, la mejor manera de recordar hoy a esta mujer admirable, cuando Colombia –otra vez– vive una orgía de sangre y de violencia y cuando la gran potencia del Norte se apresta a sacar ventajas de esta guerra feroz.
De la extensa –y al parecer completa– lista aportada por Patricia Londoño, incluyo aquí algunas de las más notables revistas dedicadas a la mujer, publicadas en Colombia entre 1858 y 1900:
1. Biblioteca de Señoritas, Bogotá, Imprenta de Ovalles i Cia., semanal, núms. 1-67, año 1, 1858-1859. [HLLM]
2. La Caridad, "Libro de la familia cristiana", Bogotá, semanal, 1864-1882. [HLLM]
3. El Iris, "Periódico literario dedicado al bello sexo". Redactores: José Joaquín Borda, J. David Guarin y Carlos Posada. Editores: Nicolás Pontón y Daniel Ayala. Bogotá, 1866-1868, núms. 1-24, años 1-111, (Ilustrado con láminas litografiadas). [HLLM]
4. La Aurora, "Periódico literario dedicado al bello sexo". Medellín, Editorial Upegui y Calle, semanal, 1868-1869, núms. 1-24. [HLLM]
5. El Hogar, "Periódico literario dedicado al bello sexo". Redactor: 1. J. Taborda. Bogotá, vol. 1, núm. 1, enero 25 de 1863, vol. 2, núm. 120, diciembre 19 de ¡870. [FAES]
6. La Primavera, "Periódico literario dedicado al bello sexo". Cartagena, julio24 de 1871, núm. 12 (sólo se conoce este número). [U de A]
7. La Lira, "Periódico religioso dedicado al bello sexo". Cartagena, octubre 31 de 1872, 8 págs. (sólo se conocen los núms. 14 y 15). [U de A]
8. El Rocío, "Periódico literario dedicado al bello sexo y a la juventud". Bogotá, Imprenta de Nicolás Pontón & Cia., Bogotá, 1872-1875. [HLLM]
9. La Guirnalda, "Periódico dedicado al bello sexo". Barranquilla, mensual, 1873-1874 (sólo se conocen los núms. 1 y 7). [Udc A]
10. El Aficionado "Periódico dedicado al bello sexo". Yarumal, Antioquia, 1874 (manuscrito; ilustraciones en color; se conservan cinco números). [HLLM]
11. El Iris, "Periódico literario dedicado al bello sexo". Barranquilla, marzo 23 de 1874, núm. 1; sept. 26 de 1874, núm. 7. [U de A]
12. La Mujer, "Lecturas para las familias". Directora: Soledad Acosta de Samper. Bogotá, quincenal, 1878-1881. [HLLM]
13. La Velada, "Colección de lecturas para el hogar. Periódico literario, científico, industrial y novedoso". Director: José Maria Garavito. Bogotá, 1880-1883, núms. 1-19. [HLLMJ
14. La Golondrina, "Hoja literaria y de variedades". Director: Juan José Botero. Medellín, quincenal, 1881. (En el subtitulo afirma que a la "producción de mujeres antioquenas se les dará preferencia". [HLLMJ
15. La Primavera, "Dedicado al bello sexo; literatura, noticias e industria". Redactores: Miguel Martínez Pitleres y Filemón S. Villalobos. Mompox, quincenal, 1882-1883, núms. 1-13. [U de A]
16. La Familia, "Lectura para el hogar". Directora: Soledad Acosta de 5am-per. Bogotá, mensual, 1884-1885, núms. 1-12. [HLLM]
17. El Amigo de las Damas, "Periódico literario dedicado al bello sexo de esta ciudad". Redactores: Enrique E. Delgado y José E. Coviedes. Cartagena, 1889-1890, núms. 1-4. [U de A]
18. El Domingo de la Familia Cristiana. Directora: Soledad Acosta de Samper. Bogotá. semanal, 1889-1890, núms. 1-52. [HLLM]
19. La Mañana, "Periódico dedicado al bello sexo". Redactor: Jesús María Trespalacios. Medellín, quincenal, abril 12 de ¡890, núm. 1; julio 23 dc 1890, núm. 6. [U de A]
20. La Mujer. Directores: RIJ (Ismael José Romero) y FAR (Fernando A. Romero). Bogotá, semanal, y después bisemanal, 1895-1897, núms. 1-150. [HLLM]
21. El Domingo. Directora: Soledad Acosta de Samper. Bogotá, semanal, 1898-1899, núms. 1-24. [HLLM]
22. Lecturas para el Hogar. Directora: Soledad Acosta de Samper. Bogotá, mensual, 1905-1906, núms. 1-12. [HLLM]
Este artículo fue publicado en la revista del Archivo de Bogotá, número 9, con autorización del autor, ya fallecido.
Carlos Vidales (Bogotá, 1939 /2018), hijo del poeta Luis Vidales, residió en Suecia desde 1980 y trabajó en el Departamento de Español, Portugués y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Estocolmo, desde 1982 hasta su jubilación en 2006. Fue profesor de español, literatura y análisis de textos literarios. Tuvo a su cargo los cursos de Sociedad, Historia y Cultura de América Latina. Después de su jubilación, ha continuado en forma particular sus investigaciones históricas y literarias.
*Vidales, Carlos (2002), "Escritoras y periodistas colombianas en el siglo XIX", II Coloquio Internacional - Literatura escrita por mujeres en el ámbito hispánico y portugués, Estocolmo, 11-13 abril, Departamento de Español, Portugués y Estudios Latinoamericanos, Universidad de Estocolmo, en colaboración con la Institución de Lenguas Románicas, Universidad de Lund.