Por: Luis Enrique Rodríguez B. / Área de investigación, Archivo de Bogotá.
En efecto, entre hace 22 y 6 millones de años, hubo procesos de surgimiento del relieve terrestre y emergencia de grandes montañas y elevaciones que dieron origen a nuestras cordilleras oriental, central y occidental. En el caso de la Sabana de Bogotá, el surgimiento del relieve ocasionó un enfriamiento del clima que favoreció la migración de vegetación hacia partes más altas que alcanzaban entre 1.000 y 2.000 metros de altitud.
De acuerdo con Van Der Hammen, a la Sabana de Bogotá llegó procedente del cono sur, hace más o menos cinco millones de años, el denominado Encenillo que es una de las especies mejor adaptadas a zonas climáticas cercanas a los páramos y considerada como una de las integrantes principales de la vegetación que caracteriza el denominado bosque de niebla.
También hace cuatro millones de años aparecieron en la Sabana de Bogotá el denominado Laurel de Cera y el Té de Bogotá procedentes de Norteamérica, se incorporaron a la flora sabanera y aquí se quedaron dada su buena adaptación.
Foto: Jardín Botánico
Un millón de años hace que ingresó a la Sabana el conocido Aliso del norte o Alnus acuminata, árbol que puede alcanzar hasta 25 metros de altura. Un viajero más reciente en llegar para quedarse fue el Roble, que viene poblando el territorio colombiano hace doscientos cincuenta mil años.
En relación con el proceso de adaptación Van der Hammen afirmaba que todas las especies que llegaron a la Sabana debieron enfrentar una evolución genética absolutamente necesaria para permitirles acomodarse a las nuevas condiciones ambientales de la Sabana. Sin embargo, es necesario anotar que no pocos mantuvieron algunas de sus características originales como se comprueba todavía que ocurre con el ya mencionado Aliso, el cual después de llevar un millón de años de estar presente en las condiciones de la Sabana de Bogotá, todavía pierde sus hojas en la temporada correspondiente al invierno norteamericano.
Foto: Jardín Botánico
La evolución genética sufrida por estas especies llegadas a la Sabana de Bogotá es un fenómeno establecido por la ciencia que ha permitido a los especialistas asegurar que todas las especies mencionadas son nativas y no exóticas; pues para ser más claros, dice Van der Hammen, migraron los géneros, pero las especies se desarrollaron en el suelo colombiano.
Otras especies que se encuentran en la Sabana de Bogotá desde hace sesenta mil años, son el Tuno Esmeraldo, el Tibar, el Granizo y la Pagoda, en tanto que se han identificado otras especies que llegaron al territorio colombiano hace más de 40.000 años, tales como los pinos colombianos, el caucho Sabanero y el caucho Tequendama. Y también llegaron el Arrayán y otras cuantas gramíneas como el muy histórico Chusque.[1]
Foto: Jardín Botánico
No es gratuito que en el siglo XV, y desde mucho antes, sin duda con base en la transmisión de valores y relatos de la tradición oral, las comunidades muiscas tenían entre sus plantas al helecho, la palma, el nogal, el cedro, el sietecueros, la chicalá, los alcaparros, el pino romerón, el arrayán y el sangregao, entre muchas otras.
[1] Molina P., Luis Fernando, Gabriel Jaime Sánchez y Mauricio González, Guía de árboles de Bogotá, Bogotá, D.C. Departamento Administrativo del Medio Ambiente - DAMA, Colección Tercer Milenio, 1995, p. 9, citando los resultados de investigaciones en paleobotánica y palinología desarrolladas por el profesor botánico y geólogo Thomas Van der Hammen.