Por Bernardo Vasco
A comienzos del siglo XX Bogotá era una ciudad que avanzaba tímidamente hacia el desarrollo. Tenía un tranvía, una cárcel, cuatro hospitales, cinco notarías, tres plazas de mercado, ocho bancos, quince iglesias, diez asilos e incontables chicherías. También una fábrica de cerveza, dos de chocolate, dos cementerios católicos y uno protestante. Se preciaba de tener tres compañías de ferrocarriles y de ser una de las pocas urbes colombianas con servicio de teléfono, acueducto y energía, aunque no para todos.
Manual de Urbanismo Karl Brunner - Edición 2015 Concejo de Bogotá / Secretaría General
Nuestra ciudad, sin embargo, se aprestaba a vivir en la primera mitad del siglo veinte un vertiginoso ritmo de profundas transformaciones. Bogotá se empezó a extender hacia Chapinero y San Cristóbal, y en las antiguas haciendas aparecieron barrios como el inglés, Centenario, Teusaquillo, Palermo, 20 de julio, Primero de Mayo y La Magdalena. Y con igual intensidad, en los dieciséis años que van de 1930 a 1946, se extendió por el norte hasta la calle 87; por el sur, hasta la calle 24, y por el Occidente hasta la carrera 30.
En la década del cincuenta se iniciaron grandes urbanizaciones como el barrio El Chicó y el Lago. Se construyeron la Autopista Norte y edificios como el Hotel Tequendama, el Banco de la República y el aeropuerto de El Dorado. Se hizo la ampliación de la carrera 10, la Avenida Ciudad de Quito, la Avenida Caracas, los puentes de la calle 26, y el diseño de la avenida de los Cerros, hoy Circunvalar. Al final de esta década, Bogotá inició de manera sostenida su crecimiento. Se agregaron entonces a su territorio los municipios de Bosa, Usaquén, Engativá, Suba, Usme y Fontibón, convirtiéndose así en Distrito Especial.
En esta vertiginosa transformación urbana, el aporte del arquitecto austriaco Karl Brunner fue fundamental. Entre 1934 y 1939, como director del Departamento de Urbanismo de Bogotá, realizó intervenciones relevantes en una ciudad particularmente fiel a la retícula colonial, creando bulevares, jardines, parque en diagonal, plazas ajardinadas y trazados urbanos que seguían la topografía del terreno. De igual manera, diseñó los barrios Santa Fe, Marly, La Magdalena, El Retiro, El Centenario, el Bosque Izquierdo, Gaitán, Palermo, Santa Lucía, el Campín y el trazado del Barrio Popular del norte.
A Brunner se le deben también los proyectos del IV Centenario de la fundación de Bogotá, así como el trazado de la avenida Caracas, el Parque Nacional y el diseño de los barrios La Soledad y Palermo, al igual que ajustes urbanísticos a otros ya existentes, como el Bosque Izquierdo. Algunas de sus propuestas no realizadas incluyeron un tratamiento espacial de la carrera 7a. entre la Plaza de Bolívar y la Avenida Jiménez de Quesada, la apertura de la carrera 7a, como un eje cívico para comunicar el Capitolio Nacional y la Gobernación de Cundinamarca y la construcción de un gran parque forestal en terrenos de la hacienda El Salitre, en el mismo lugar que hoy ocupa el parque Simón Bolívar.
La fugaz permanencia de Brunner en Colombia fue definitiva para formar la disciplina del urbanismo y ejercerla con seriedad y honestidad incomparables. Al decir de los arquitectos Fernando Cortes y Konrad Brunner, “su voluntad social, manifiesta en el interés por los barrios y las viviendas para obreros, lo colocan como un pionero de la causa del mejoramiento de las condiciones de vida de la población trabajadora. Su respeto por el "dominio público" se retrata en el cuidadoso diseño y amoblamiento de las vías y parques que trazó y realizó.
Bogotá - Colombia / Capitolio Nacional
De su labor quedó como herencia un sentido de integridad en el ejercicio del urbanismo, el que después se extravió en los meandros de la burocracia y de la gestión puramente mercantilista, cuyas consecuencias se evidencian a diario en la destrucción de aquello que otros como Brunner, intentaron construir”. (Revista Semana, diciembre de 1989).
PD. En 1939, el Concejo de Bogotá publicó el Manual de Urbanismo, del arquitecto austriaco Karl Brunner. Además de ser el primer manual de urbanismo publicado en Latinoamérica, recogió en sus dos tomos diversas experiencias mundiales para explicar e ilustrar cómo podría desarrollarse una ciudad.