Por: María Eugenia Hernández - Antropóloga, Historiadora Archivo de Bogotá
El virreinato de la Nueva Granada se fundó hasta la primera mitad del siglo XVIII debido al cambio de las políticas para el gobierno de las Indias por la dinastía de los Borbones. La historia de España estuvo marcada por tres dinastías: Trastámara, Habsburgo o Austrias y los Borbones que aún están en el trono.
El último gobernante de la Casa de Austria en España fue Carlos II, quien murió sin descendencia el 1 de noviembre de 1700. En esta época se inició una guerra de sucesión entre 1701 y 1713, enfrentando a los dos más cercanos aspirantes al trono: Carlos, Archiduque de Austria y Felipe de Anjou de la Casa de Borbón, nieto del rey Luis XIV. Esta guerra terminó cuando se firmó la paz de Utrecht entre 1713 y 1715, con el triunfo del aspirante francés de la Casa de Borbón, quien ocuparía el trono como Felipe V. (Por esa razón el actual Rey de España tomó el nombre de Felipe VI)
La política de los Borbones giraba en torno al poder centralizado, muy similar al gobierno absolutista de la monarquía francesa. El camino hacia la centralización del poder fue lo que llevó a los Borbones a la creación de nuevos virreinatos en la América Española: entre otros, el de la Nueva Granada en 1740. Era una estrategia para lograr un control más efectivo sobre la economía de los reinos americanos. La carga impositiva fue creciendo en estas tierras sobre todo para los criollos (españoles nacidos en América) y algunos mestizos que tenían negocios de venta de tabaco y pulperías, entre otros.
Otra estrategia para mantener el control y la fuerza del poder central era enviar a los altos cargos de gobierno (oidores, virreyes, altos miembros del clero, etc.) y de las milicias a españoles peninsulares. Esto provocó un gran descontento dentro de los criollos que, en gran medida, apoyaron muchas protestas y revueltas por el mal gobierno de quienes venían del extranjero a gobernar con total desconocimiento de la situación de estas tierras.
La brecha entre criollos y peninsulares se fue agudizando hasta que los criollos decidieron protestar para que los dejaran participar en los altos cargos del gobierno. Sin embargo, la corona de Borbón no cambió sus políticas de gobierno en las Indias. Estos constantes enfrentamientos, y la coyuntura de la invasión de Napoleón a España en 1808, llevaron a los procesos de independencia que iniciaron en 1810 y se sellaron de forma definitiva el 7 de agosto de 1819 después del triunfo de los patriotas en la Batalla de Boyacá en el virreinato de la Nueva Granada.
A finales del siglo XVIII se encendió la llama de la oposición al mal gobierno y en 1810 se dieron los primeros hechos que resultaron en un primer proceso de independencia de la Nueva Granada. Las fuerzas políticas que forjaron la campaña libertadora empezaron a tener divisiones ideológicas que desembocaron en una coyuntura que le dio la oportunidad a la Corona española de hacer un intento de reconquista del poder. Este intento de reconquista desembocó en una serie de acciones represivas contra los bandos independentistas en América.
El militar español Pablo Morillo fue enviado en 1815 por el Rey Fernando VII a la Nueva Granada a pacificar las rebeliones independentistas y a restablecer el Virreinato. Sus tropas llevaron a cabo una cruel campaña para sofocar los movimientos rebeldes contra la Corona española.
Fue en los llanos del Casanare donde se dieron cita de nuevo las tropas de Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander para unirse y fraguar desde allí una nueva campaña libertadora. Juntos, acompañados de familias enteras se encaminaron a atravesar los páramos de la cordillera de los Andes para sorprender a los ejércitos realistas que tenían el objetivo de tomar Santafé de Bogotá. El 7 de agosto de 1819 en el puente de Boyacá, se llevó a cabo la batalla que le dio el triunfo al ejército patriota y selló definitivamente la independencia de la Nueva Granada poniendo fin a más de trescientos años de dominio español.