El aporte de la población negra a la construcción de nación es innegable. A partir de comienzos del siglo XX empezaron a acceder al parlamento afrodescendientes como Isaac Robles, Manuel Mosquera Garcés, Adán Arriaga Andrade, Herrera Anzoátegui. Sofonías Yacub logró que Chocó fuera intendencia; el siguiente paso lo dio Diego Luis Córdoba, quien logró en 1947 que su tierra fuera departamento. El aporte, sin embargo, viene de más atrás.
Benkos Bioho y Juan José Rondón ilustran con sus acciones, como muchos, el fundamental aporte de la población afrodescendiente en la construcción de la nacionalidad colombiana. El primero es el gran cimarrón, el guía que conduce a la libertad, el héroe fundador de los pueblos palenqueros. Fue él quien hacia finales del siglo XVII configuró las formas de resistencia y sentó los mecanismos de negociación política con la administración colonial española para lograr la independencia de su pueblo.
Benkos logró, no antes de numerosas batallas, una serie de concesiones de la Corona, como circular libremente por las zonas aledañas a Cartagena, portar armas dentro y fuera de la ciudad y, fundamentalmente, ser tratado con respeto por las autoridades. Con él surgió San Basilio de Palenque, el primero de muchos poblados libres de América.
Entre tanto, Juan José Rondón, quien fue coronel del Ejército Libertador, es la figura determinante en la victoria de la batalla del Pantano de Vargas, en 1819, con la que se logró la independencia definitiva de España. Cuando todo parecía estar perdido para las fuerzas bajo el mando del Libertador, las tropas de este recio soldado dieron el triunfo sobre las fuerzas españolas, comandadas por José María Barreiro. La frase de Bolívar, “coronel Rondón, salve usted la Patria”, ha pasado a la posteridad, y es una especie de frase mítica, fundacional, de nuestra Nación.
Pero Biohó y Rondón son tan sólo dos figuras relevantes entre las de cientos de ciudadanas y ciudadanos afrodescendientes que han contribuido con su aporte a la construcción del país. Ya casi nadie recuerda que Colombia tuvo un presidente negro: Juan José Nieto Gil, oriundo de Cibarco (Atlántico), pueblito situado entre Baranoa y Tubará, y quien nos gobernó entre el 25 de enero y el 18 de julio de 1861.
Aliado con el general Tomás Cipriano de Mosquera, quien se había levantado en el Cauca contra la política centralista del presidente Mariano Ospina Rodríguez, Nieto decretó, el 3 de julio de 1860, la separación del Estado de Bolívar de la Confederación Granadina. El 21 de noviembre marchó al Estado del Magdalena y derrotó en Santa Marta al general Julio Arboleda. El 25 de enero de 1861, en Barranquilla, se declaró en ejercicio del poder ejecutivo de los Estados Unidos de Colombia, en su calidad de segundo designado.
Aporte en la cultura
Si se deja la política a un lado, se tendría que mencionar al poeta Candelario Obeso, autor de los inmortales versos del “El boga”. A Jorge Artel, quien escribió “Tambores en la noche”, y –por supuesto- a Arnoldo Palacios, autor de “Las estrellas son negras”, un libro ya emblemático que trata de la vida del Chocó, y quien es invitado especial en este seminario.
Por el lado musical el aporte es más conocido e innegable. Se puede referir a Luis Carlos Meyer, el barranquillero que llevó el porro y la cumbia a México, por allá en los años cuarenta del siglo pasado, y a un sinfín de compositores del Pacífico y del Atlántico como Petronio Álvarez, Neivo J. Moreno, Crescencio Camacho, Rufo Garrido, Alejandro Durán y Pedro Laza. Chirimías, conjuntos de marimba y bandas papayeras forman parte ineludible de nuestro más preciado folclor. En el deporte, la lista realmente es interminable: Pambelé, Willington Ortiz, Delio Gamboa, el Rocky Valdés, Bernardo Caraballo, Faustino Asprilla, Edgar Rentería, María Isabel Urrutia, Norfalia Carabali, Jercy Puello, Berenice Moreno y Francisco Maturana, entre otros muchos.
La libertad de la población afrocolombiana fue un proceso difícil, largo y no exento de problemas. En 1810, durante la creación del efímero Estado de Cartagena, se prohibió totalmente la trata y comercio de esclavizados negros. Simón Bolívar promovió su enrolamiento al ejército independentista con la promesa de libertad casi inmediata, pero no fue hasta 1821 -durante el Congreso de Cúcuta- que se inició un proceso político serio en búsqueda de su abolición. Finalmente, luego de dificultades y violaciones a la iniciativa, el 21 de mayo de 1851 se decretó la libertad a partir del 1 de enero de 1852.