Por Bernardo Vasco / Periodista Archivo de Bogotá
En 1883, en su libro en viaje, Cané elogió a Bogotá al compararla con Atenas, cuna de los grandes poetas clásicos y de la cultura occidental.
Años después, en 1898, el viajero francés Pierre d'Espagnat la catalogó como la “Atenas del sur”, y a comienzos del siglo XX el filólogo español Ramón Menéndez Pidal también se refirió a la ciudad con ese calificativo, al exaltar la importancia de sus escritores. Otro erudito español, Marcelino Menéndez Pelayo mencionó en su libro “Antología de la poesía latinoamericana” , de 1892, que la ciudad estaba destinada a ser la “Atenas de la América del sur” por la arraigada cultura literaria de sus pobladores.
De igual manera se atribuye al geógrafo francés Eliseo Reclus ese calificativo a Bogotá, durante sus viajes de exploración del país, que inició en 1861.
En su ensayo De la Atenas suramericana a la Bogotá moderna / La construcción de la cultura ciudadana en Bogotá, el historiador Fabio Zambrano Pantoja sostiene que la imagen de la Bogotá culta fue creada en buena parte a finales del siglo XIX por su élite intelectual, que se veía a sí misma como integrante de una sociedad culta que consideraba que Bogotá se encontraba muy por encima de las otras ciudades latinoamericanas.
“Esta imagen erudita de la capital, dice el historiador, se alimentó con el establecimiento de la primera sede de la Academia de la Lengua en América, inaugurada en 1871, en Bogotá, institución que además de apoyar el quehacer gramatical, impulsaba las tertulias que eran vistas como herramientas para "humanizar y civilizar". (…) A esta institución se le sumó el Salón Ateneo, fundada en 1884, con un propósito similar”.
Todo ello, de acuerdo con Zambrano, “no hacía sino destacar el hecho de que en la Bogotá de entonces el uso de la lengua se había convertido en un instrumento para distinguir lo que la élite consideraba culto en oposición a lo vulgar, precisamente en una ciudad donde las fronteras que mostraban la jerarquización social se estaban borrando, a razón de la masiva migración que se sucede en las cuatro últimas décadas del siglo XIX4 Desde fines del siglo XIX el buen hablar se asumía como un requisito para aquellos bogotanos que aspiraban a ser considerados como "gente culta y bien nacida”.
Esta imagen de ciudad culta fue utilizada como frontera de diferenciación social, y con ello se fue configurando la personalidad histórica de la ciudad. “Los textos de urbanidad, escritos con una marcada carga pedagógica, al decir de Zambrano, fueron de gran importancia para exponer lo que se consideraba como los ideales del comportamiento público, el trato armónico entre las personas y la preservación de los valores tradicionales. Los buenos modales, el buen gusto, los bailes, las virtudes cristianas, es decir, la práctica de las normas de la civilidad, fueron motivo de una gran difusión en Bogotá. (…) Con ello esta naciente burguesía se consideraba que se encontraba a la altura de sociedades como la parisina, o cualquier otra”.
Si bien no hay certeza de quién denominó a la capital como la Atenas suramericana, lo cierto es que desde muy temprano en su historia la comparación ya se reconocía. Hacia 1765 el poeta santafereño Francisco Antonio Vélez Ladrón de Guevara decía en una de sus decimas: “Traer a Santafé oradores, Atenas de tantos sabios”, y en 1831, el sacerdote José Scarpetta hacía lo mismo en su obra La Boliviada: "igualarte pretenden con Atenas".
Si quieres conocer más sobre este apasionante tema, te esperamos mañana martes 21 de abril, a las 11:00 a.m., en nuestro fanpage de Facebook, para conversar con la historiadora Pilar Zuluaga, invitada a nuestras charlas en vivo.