Por Ima Poveda
Las sociedades siempre han buscado la manera de corregir los comportamientos que se salgan del orden establecido. La cárcel, el aislamiento de la persona considerada delincuente, es uno de los castigos sofisticados de la modernidad, como lo considera José Márquez-Estrada, profesor de la Universidad de Cartagena.
En época premoderna se castigaba al que se saliera del orden con suplicios y torturas. Estas prisiones no se constituyeron en una solución sino, al contrario, se reforzaba la criminalidad.. Sin embargo, el concepto ha cambiado a través del tiempo. La cárcel, como institución, nació en el siglo XIX. De ser un lugar tétrico e inhumano se ha convertido en un espacio de resocialización. Esta propuesta la realizó Jeremy Bentham, es decir, la prisión como rehabilitación de la persona procesada por un delito. En Colombia se reglamentaron las cárceles en este sentido con el Decreto reglamentario del 5 de enero de 1837 sobre presidios urbanos y el Código Penal de 1837, primer código penal en nuestro país.
La cárcel Distrital para Varones y Anexo de Mujeres fue creada en 1934 por el Concejo de Bogotá, mediante el Acuerdo 19 del 17 de mayo de 1934 y reglamentado por el Decreto 227 de 1934. El 28 de octubre se inauguró su sede en el Barrio Calvo Sur donde actualmente se encuentra, de donde, se decía, era fácil escaparse por sus muros bajos. Se presentó un grave problema de hacinamiento hasta 1999, año en que se realizó su renovación. Adoptó su nombre Cárcel Distrital de Varones y Anexo de Mujeres en 1960 mediante Acto Legislativo 3133. En 1983 se estableció un pabellón exclusivamente para mujeres. Con el Decreto 413 de 2016 se creó la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia y la Cárcel Distrital de Varones y Anexo de Mujeres pasó a ser administrada por la Subsecretaría de Acceso a la Justicia. Esta cárcel es hoy la mejor cárcel de Colombia, según certificaciones internacionales y la prensa nacional, donde no hay actualmente hacinamiento y se respeta los Derechos Humanos.
Es poco lo que se conoce de su trayectoria histórica más allá de lo que se encuentra como datos sueltos sobre su inicio (anotados en el párrafo anterior) y posterior renovación. Solo se sabe por noticias de su situación. En 1992 El Tiempo publicó el reportaje “La Distrital: presa del olvido” (tomada por Jeison Bello Ramírez para su tesis de maestría en Estudios de Género, de la Universidad Nacional de Colombia, una interesante reconstrucción de la vida de esta cárcel por medio de la historia oral de sus trabajadores e internos e internas) se evidenciaba las malas condiciones de los reclusos: dormían en el suelo, aguantaban hambre, etc. En cuanto al poco conocimiento histórico de esta cárcel, Jeison Bello propone que:
“La historia hegemónica parte en dos el devenir de esta institución a partir de su reconstrucción física entre los años 1999 y 2001. La reconstrucción de las instalaciones carcelarias fue acompañada por un cambio discursivo que delimitó un antes y un después: El antes, una cárcel sin oportunidades formativas, desordenada, sin gobierno, sucia, peligrosa, corrupta, barbárica, inhumana. El después, una cárcel formadora, ordenada, controlada, limpia, segura, eficiente, moderna y humana”
Una forma de comenzar esta historia que falta por hacer, por indagar, podría ser la realización de la demografía carcelaria. En el Archivo de Bogotá contamos con las llamadas Tarjetas Biográficas, las cuales tienen fechas extremas de mediados de los años de 1940 hasta 1980. Estas eran una ficha que diligenciaba esta institución carcelaria cuando la persona, después de habérsele proferido sentencia, ingresaba a esta. En estas se pueden encontrar datos como el nombre, el nombre de su padre y madre, estado civil, profesión, su lugar de residencia, indica si sabe leer, señales particulares, delito, en qué lugar fue cometido, quién lo remite, fecha de ingreso, entre otros. En la parte inferior puede estar la firma del procesado. Al respaldo de esta ficha se encuentra la fecha en que se le dio salida.
En cuanto al carácter de esta cárcel, Jeison Bello plantea que “la ciudad fue administrada durante y después del Frente Nacional por medio de un dispositivo de desconfianza contra los sectores mencionados, pues eran observados como “propagadores del ocio, la pobreza, la ignorancia, la inmoralidad y el desorden social””. En la cárcel Distrital albergaba, y alberga, infractores de delitos menores como lesiones personales, hurto, contravenciones de ley como la prostitución, y en una época, el homosexualismo y el travestismo. En una de estas tarjetas podemos encontrar la reseña de la homosexualidad como “Profesión”, cuando, al parecer, era una persona trans; en esta tarjeta se menciona su “otro nombre”. De estas tarjetas, como se ve, se puede extraer información de estas personas que el estado consideraba debían estar en aislamiento como castigo a un delito y se puede analizar el cambio y el devenir de los que se considera delito: lo que cambia y lo que perdura.