La moda en el siglo XIX

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La moda en el siglo XIX

Por: jstorres
Publicado el: Junio 2018
Pantalón corto, corbata a la moda: ¿por qué nos vestíamos así?

Por Laura Buitrago

El vestido es un elemento que ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Si bien ha sido utilizado como una “estrategia de defensa y adaptación al entorno”[1] también refleja dinámicas de tipo social, económico, político y cultural a través de las cuales es posible entender procesos propios de determinadas sociedades. 

Bajo esta perspectiva, es posible analizar el traje como un “símbolo cultural”[2], en tanto que su utilización facilita la construcción de discursos que evidencian diferencias étnicas, jerárquicas, sexuales, entre otras, que expresan la mentalidad de una época.  Así mismo, destaca tendencias y establece patrones de uso que al ser desatendidos pueden generar sanciones al individuo portador.

Entre los significados que desentraña el vestido esta el del rol social, entendido como las funciones y comportamientos sociales esperados por individuos o colectivos. En este sentido, el género juega un papel importante en tanto que a través de la indumentaria se puede establecer la construcción de modelos ideales de hombres y mujeres que refrendan los modelos de lo femenino y masculino.    

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A través de los diferentes periodos de tiempo, se van estableciendo características propias que identifican y diferencian unas épocas de las otras. Las características y las transformaciones, en términos de vestimenta, de la sociedad colombiana del siglo XIX se vieron reflejadas principalmente en aquellos hombres y mujeres pertenecientes a un estrato socioeconómico alto que eran quienes podían acceder a los nuevos modelos de vestimenta no solamente por tener el poder económico sino por el estatus que conservaban. Las diferencias de vestimenta entre hombres y mujeres son radicales: mientras los primeros cambiaban su vestuario a tono con la moda del momento, las segundas continuaron usando la vestimenta colonial. No es sino hasta mediados de siglo con la llegada de la moda francesa y londinense al territorio nacional que ocurre la transformación de la indumentaria femenina. Los vestidos masculinos y femeninos impusieron modelos sobrios, elegantes y lujosos que además de establecer patrones diferenciadores sociales, transformaron el cuerpo y la conducta de hombres y mujeres.   

¿Qué se ha escrito sobre el vestido en Colombia?

Los estudios históricos sobre el traje en Colombia son escasos. Sin embargo, autores como Aída Martínez Carreño, Augusto Montenegro y Mario Jurish Durán, han intentado acercarse al tema desde diferentes perspectivas.

Martínez Carreño ha sido quizás la más prolífica escritora de la historia del vestido en el país. Entres sus artículos más destacados están “Sastres y modistas: notas alrededor del traje en Colombia”[3]  y “La moda del siglo XVI en la Nueva Granada”[4].  No obstante, es su libro La prisión del vestido[5] la obra más completa sobre el tema. Allí traza una historia del vestido en Colombia desde la época prehispánica hasta el siglo XIX en donde analiza una serie de fuentes primarias (Leyes de Indias, Estados generales, El diario de señoritas, El Neo-Granadino[6], Costumbres Neogranadinas[7]) y secundarias que le permiten reconstruir la indumentaria que ha utilizado la población establecida en el territorio nacional. Esta información conduce a la autora a identificar la permanencia de elementos indígenas en el vestuario así como la influencia de las culturas españolas, francesas e inglesas en el mismo. Paralelamente, señala la función enunciativa del vestido, en tanto que su uso establece diferencias sociales, políticas, económicas y culturales. Es necesario señalar, que si bien se indica en el título del libro que se hablará sobre  “el aspecto social del traje en América” la delimitación espacial se enmarca principalmente en el actual territorio colombiano. Las referencias al continente serán exclusivas de los primeros capítulos, en los cuales se trata el tema indígena.    

Por otro lado, Augusto Montenegro realiza un trabajo gráfico a través del cual relata la historia del traje en Colombia desde “la instalación de la Real Audiencia en 1550, al 9 de abril de 1948”. Un siglo más extenso que la investigación de Martínez Carreño, el texto proporciona una guía histórica y visual del vestido que señala detalladamente la indumentaria de hombres y mujeres de diferente clase social. Sin embargo, el trabajo presenta algunos inconvenientes que ponen en duda su rigurosidad, pues pese a la información que otorgan las imágenes allí plasmadas, el autor no señala con exactitud las fuentes de las cuales se nutre para realizar su trabajo. Afirma que leyó “para la investigación sobre el siglo XVI 1237 cartas del Archivo de Sevilla fechadas entre 1550 y 1590 (…) los dibujos de Huaman Poma de Ayala; las pinturas de Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos” para caracterizar el siglo XVII, “toda una galería de virreyes, nobles y notables pintada por Joaquín Gutiérrez” para el siglo XVIII, “dibujantes y pintores costumbristas como José María Espinosa” para el siglo XIX y por último, la Revista Cromos para dar testimonio del siglo XX.

En el libro de Mario Jurish Durán, el tema se aborda de manera diferente. Aunque en un principio el autor (junto con otros autores) realiza una breve contextualización histórica del vestido desde la colonia hasta el siglo XX y menciona algunos aspectos de la indumentaria de las distintas épocas, se centra en el tema de la moda femenina en Colombia durante el siglo XX, es decir, su investigación gira en torno a las tendencias mundiales del vestir que se han adoptado en Colombia y no el análisis de la indumentaria textil. Luego, se expone una lista de diseñadores nacionales (Lina Cantillo, Amelia Toro, Betina Spitz, Carlos Nieto, entre otros) a quienes se busca reconocer y destacar por su estilo innovador y sus trayectorias profesionales.

Más allá de lo evidente

La transformación del vestido no solamente implico cambios en la indumentaria, también contribuyo a la instauración de modelos femeninos y masculinos asimilados y aceptados por las sociedades de determinadas épocas. Se constituyeron entonces hombres y mujeres a quienes el vestido les otorgo características “propias” de su género.

A principio del siglo XIX, el interés por el traje masculino aumentó notablemente. Los nuevos ciudadanos con altas capacidades adquisitivas debían vestir con lujosa indumentaria de tal manera que el poder se reflejara no solo en sus decisiones sino también en sus trajes. Ejemplo de la majestuosidad en el vestido son los uniformes estudiantiles de la época. Martínez Carreño cita a Cordovez Moure quien se refiere al traje de los estudiantes del colegio fundado por D. Lorenzo M. Lleras: “frac y pantalón de paño azul oscuro y chaleco de pique blanco, todo con botones de metal dorado, guantes blancos de cabritilla, sombrero de copa; en cada solapa el frac llevaba una paloma bordada de plata”[8]. El traje femenino en cambio, se caracterizó por su sencillez, imitando el carácter “propio” de las neogranadinas y favoreciendo al ocultamiento de un cuerpo considerado naturalmente “pecaminoso”. Martínez Carreño transcribe a José Caicedo Rojas, quien señala en el Papel Periódico Ilustrado que el vestido de las señoras de clase alta “consistía en una mantilla azul o negra, de paño con un ancho sobrepuesto que cubría la cabeza, sujetándose quién sabe cómo con el peineton del cual engarzaban también un sombrero negro de forma redonda y de ala muy ancha. La mantilla caía sobre los hombros, dejando libres los globos de las mangas y cubriendo la espalda como una corina cuyas puntas venían al pecho. De la cintura abajo las cubría una enagua de género de lana negra que llamaban alepín, y que adoraban abajo con canutillos.”[9]

El cambio de vestuario registrado a mitad de siglo llevo la moda femenina a otro nivel. Si bien seguía siendo importante la majestuosidad, tanto el vestuario masculino como el femenino buscaron ahora resaltar las figuras corporales a través del traje ceñido como símbolo de elegancia: Casaca para los hombres y corsé para las mujeres.

Los nuevos materiales y accesorios le otorgaron a la mujer una nueva identidad caracterizada por la elegancia, la picardía y el pudor. El corsé destaco las formas del cuerpo y resignificó la feminidad puesto que su uso generó un culto por la silueta corporal delgada símbolo de delicadeza y fragilidad, síntoma provocado por una el uso de una prenda que les impedía respirar. A esto se suma la utilización de pañuelos, sombrillas y sombreros adornados con plumas y flores que resaltaban el carácter delicado de las mujeres y desviaban la atención del espectador hacia la riqueza de los materiales y la abundancia de los adornos. Las nuevas tendencias reprimieron significativamente la figura femenina. La manga corta tipo globo fue reemplazada por la manga larga y se añadió además un cuello alto al blusón, mimetizado por un encaje.

Fue así como la moda y el vestido expusieron modelos de comportamiento guiados por la moralidad y la clase que tal como rin rin renacuajo permanecen incluso hoy en día muy tiesos y muy majos.

Bibliografía

  • Del Valle Mejías, María Elena (2008) “Aproximación a la indumentaria como símbolo cultural: un recorrido histórico” en Revista de la SEECI. Nº 16. Julio. Año XI. Pp. 74- 97.
  • Jurish Durán, Mario. La moda en Colombia. Ediciones Alfred Wild. Santafé de Bogotá, 1996.
  • Martínez Carreño, Aída. La prisión del vestido. Aspectos sociales del traje en América Latina. Editorial Planeta, Santafé de Bogotá, 1995.
  • Martínez Carreño, Aída. Un siglo de moda en Colombia. 1830-1930. Fondo Cultural Cafetero, Agosto 1981.
  • Montenegro Martínez, Augusto. Así vistió Colombia entre 1550 y 1950. Santafé de Bogotá, 1993.

[1] Martínez Carreño, Aída. La prisión del vestido. Aspectos sociales del traje en América. Editorial Planeta, Santafé de Bogotá, 1995.p.17.

[2] Del Valle Mejías, María Elena (2008) “Aproximación a la indumentaria como símbolo cultural: un recorrido histórico” en Revista de la SEECI. Nº 16. Julio. Año XI. Pp. 77.

[3] En Boletín Cultural y Bibliográfico (Bogotá) Vol.28, No.28, 1991. Pp.61-76.

[4] En Revista Lámpara (Bogotá) Vol. 21, No.118, 1992. Pp. 54-58.

[5]Martínez Carreño, Aída. La prisión del vestido. Aspectos sociales del traje en América. Editorial Planeta, Santafé de Bogotá, 1995.

[6] Periódico. 1849.

[7] Representaciones pictóricas de las costumbres del país. Ramón Torres Méndez (1809-1895).

[8] Martínez Carreño Aída. Un siglo de moda en Colombia. 1830-1930. Fondo Cultural Cafetero, Agosto 1981. Pp. 8. 

[9] Martínez Carreño Aida. La prisión del vestido… Op. Cit. Pág.140.


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