Camacho fue la primera periodista bogotana del siglo XX, la primera en dirigir un suplemento que no sólo tenía artículos escritos por ella, sino que incluía una sección en donde se abría un espacio de opinión y debate para las mujeres. Entre secciones fijas, como “La mujer y la casa” y “La educación de los hijos”, surgió otro tipo de periodismo, caracterizado por secciones abiertas enfocadas a la mujer de entonces.
Fue la primera que se atrevió a escribir en letra de molde; es decir, fue la primera periodista, la primera en dirigir un suplemento que no sólo tenía artículos escritos por ella, sino que incluyó una sección en donde se abría un espacio de opinión y debate. Entre secciones fijtas, como “La mujer y la casa” y “La educación de los hijos”, nacía otro tipo de periodismo, caracterizado por secciones abiertas que iban dando forma a la emergencia de un espacio participativo femenino: “Al principio son muy tímidas, tanto así que Ilva Camacho se inventa un pseudónimo, ‘Campesina’, para firmar artículos y secciones que incitaran a escribir, como ‘cuántas cosas diría si supiese escribir...’
Empieza entonces a interpelar a las mujeres para que escriban y expresen su opinión. ¿Por qué tanto misterio alrededor de una mujer que escribe?”, dice Marcela Gómez, experta en estudios culturales y maestra de antropología social , quien investigó sobre la vida de esta mujer pionera y realizó en el año 2013 una exposición en el Archivo de Bogotá.
Equipo de funcionarias Archivo de Bogotá, pioneras como Ilva Camacho, en su vida profesional, laboral y familiar.
Escribir en letra de molde implica, en primer lugar, saber escribir. El nivel de escritura de las mujeres a principios del siglo pasado era precario. En la escuela primaria, que era casi siempre el nivel educativo más alto al que podían aspirar, se les enseñaba lo básico para que cuando se casaran pudieran escribir la lista de mercado o una que otra carta. Aprender a escribir era entonces un acto de rebeldía.
La escritura de molde, además, es una escritura pública. ¿Qué implicaba que una mujer fuera vista y leída en una época en la que incluso estaba muy mal visto que saliera de la casa sin su marido o su padre?
En la revista apareció la carta de una lectora que decía: “Alguien le dijo a una amiga que yo estaba escribiendo una carta para la revista y ya me dicen bachillera”, término despectivo que los hombres utilizaban para burlarse de la capacidad intelectual de las mujeres.
Ser una mujer moderna implicaba enfrentarse a espacios públicos y territorios de autoridad y legitimidad masculina.
Surge entonces una contradicción, que la revista evidencia: con la llegada de la moda la mujer bogotana no sólo quería sino que se veía obligada a salir a la calle, a mostrarse, pero al hacerlo, así fuera maquillada y vestida a la moda, perdía su feminidad. Otra línea de mujeres, ya influenciada por el feminismo europeo, luchaba por los derechos civiles de la mujer —en ese momento inexistentes: no tenían siquiera el derecho de propiedad sobre sus joyas y vestidos— y por que las mujeres pudieran ir a la universidad. Ilva Camacho era una de esas “feministas” —y no “femeninas”— que querían que las mujeres estudiaran. Sería en 1935 que una mujer entraría a estudiar medicina en la Universidad Nacional de Colombia.
Ambas tendencias, ambos tipos de mujer moderna, transgredían el orden establecido: todas perdían su feminidad, porque exponerse, de una u otra manera, iba en contra de la figura de la buena madre y esposa. “La moda, mucho peor que la peste bubónica, invadió a mi pobre compañera”, escribió un hombre en la sección abierta.
La revista puso en escena una voz plural, diversa y conflictiva, y en evidencia los debates de la época, las discusiones, las luchas. Las secciones abiertas mostraban que la mayoría de mujeres sentía que no tenía derechos, autonomía ni libertad.