La cosmogonía muisca

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La cosmogonía muisca

Por: jstorres
Publicado el: Diciembre 2019
No había nada en el principio. Era siempre de noche y la luz estaba escondida “allá en una cosa grande, y para significarla la llamaban Chiminigagua.

Por María Eugenia Hernández / Antropóloga, Área de investigación, Archivo de Bogotá.

En su investigación para la excelente edición de la Crónica de Pedro Aguado y Antonio de Medrano, el historiador Juan Friede descubrió que el libro quinto de la obra fue suprimido por la orden de la Real Cédula de 1577, dirigida al Virrey de Nueva España, en la que se ordena enviar la obra de fray Bernardino de Sahagún, y que no quede ninguna copia de ella antes de pasar por el Consejo de Indias. Al final de la cédula dice: “Y estás advertido de no consentir que por ninguna manera, persona alguna escriba cosas que toquen a supersticiones y ninguna manera, persona alguna escriba cosas que toquen a supersticiones y manera de vivir que estos indios tenían, en ningún lengua, porque así conviene al servicio de Dios, Nuestro, Señor”.[1]

Según esto, la censura de las crónicas podría considerarse una aparente campaña de la Corte para mantener en secreto la verdadera complejidad de las organizaciones sociales de los indios, para poder justificar su gobierno en América. Para Friede esta censura representa una pérdida para la ciencia antropológica americana, pues en este libro se trataba no solamente de las creencias y las artes bélicas de los muiscas sino de todo lo referente a su vida económica, social y familiar. Según sus palabras, es algo que “nunca podrá lamentarse suficientemente”, pues eran datos recogidos de primera mano, casi en el mismo momento de la Conquista y sobre un grupo social que desempeñó papel preponderante en el mestizaje del actual pueblo colombiano.[2]

Afortunadamente, cuando Friede trabajó después en la edición de las Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme de las Indias Occidentales (c. 1628) del franciscano Pedro Simón, encontró que el fragmento que le fue censurado y otros apartes de la crónica de Aguado y Medrano habían sido copiados por este cronista del siglo xvii.[3] Por esta razón, se tomará de la crónica de Simón la información que se tratará en esta parte. Es necesario aclarar que el texto de Simón no es una fiel copia de nuestra crónica.

Las concepciones del origen de los seres humanos y del mundo que tenían los indígenas, cuando se leen las Noticias historiales de Pedro Simón, encontramos que los cronistas explicaban que era característico de la razón humana el tratar de entender que nuestro principio no había podido ser “de nosotros mismos”, es decir, que el origen de los seres humanos había tenido que provenir de un Dios creador: “Y del modo de sus idolatrías y ceremonias a todos los hallamos en unas mismas tinieblas y ciegas oscuridades, y los figuro yo que han sido como los que juegan a la gallina ciega… Pues eso ya fuera tener antes de ser, de tener ser; de donde se sigue necesariamente que antes que tuvieran ser todas las cosas, había de haber una que no dependiera de otra cosa, para que fuera principio de las demás”.[4]

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Había entonces algunos grupos que adoraban todo aquello que les pareciera hermoso de apariencia en la Creación, y por esa belleza se creía que eran deidades dignas de culto, sumisión y obediencia, como el sol, la luna y las estrellas. Los cronistas contaron también que, en otros lugares, “con mayores tinieblas y oscuridad”, adoraban cosas inferiores:

“Engañados por el mismo modo, pues ha habido naciones tan ciegas que han adorado serpientes, monas, ratones, gatos y aun quien ha tenido por dioses las legumbres de las huertas… Y mis intentos por ahora no ser más de tratar la ceguera y tinieblas en que los indios de este Nuevo Reino han estado cerca de esto, pues han corrido por persuasiones del demonio, enemigo del hombre y padre de mentira.[5]

Cuentan los cronistas que para estos indios no había nada en el principio. Era siempre de noche y la luz estaba escondida “allá en una cosa grande, y para significarla la llamaban Chiminigagua, de donde después salió”.[6]Chiminigagua para los muiscas. Según lo interpretaron los cronistas, era análogo a la figura del Dios Padre católico, el omnipotente, creador de todas las cosas. Cuando empezó la luz a iluminar la tierra fue porque Chiminigagua abrió sus brazos y de este modo fue que se vio el primer amanecer. Entonces, después de esto, se dio inicio a la creación de todas las cosas del mundo, comenzando por unas grandes aves negras que fueron enviadas por todas partes “echando aliento, por los picos; el cual aire todo era lúcido y resplandeciente y así quedó todo el mundo claro e iluminado como está ahora”. Los cronistas, por lo tanto, aseguraban que los indios no eran conscientes de que el sol era el que daba la luz a toda la tierra y había sido creado por Dios.

Ellos veían al sol, por su brillo y luminosidad, como la más hermosa de todas las criaturas y por tal razón era digno de adoración y pensaban que la luna era su esposa y compañera, “de donde les vino que aun en los ídolos que adoran, jamás es uno solo sino macho y hembra”.[7]

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En cuanto a la forma como se pobló el mundo, contaban los muiscas que cerca de la ciudad de Tunja, a cuatro leguas aproximadamente, en un pueblo de indios que fue llamado Iguaque, después de haberse creado la luz, y haber sido creadas todas las cosas, de una laguna entre las montañas apareció una mujer a la que llamaron Bachué o Furachogua, por las buenas obras que hizo, “porque fura llaman a la mujer y chogua es cosa buena”. Ella, al salir de la laguna, llevaba un niño de la mano de unos tres años de edad y bajaron juntos por las sierras hasta el pueblo de Iguaque. Allí hicieron una casa donde vivieron hasta que el muchacho tuvo edad para casarse con ella y de esa unión, nacieron las personas que poblaron toda la tierra, pues fue muy prolífica porque de cada parto nacían de cuatro a seis hijos.[8]

Luego de poblar la tierra, después de haber dejado hijos en muchas partes del mundo, ya bastante viejos regresaron a Iguaque, donde llamaron a muchas personas para que los acompañaran a la laguna de donde habían salido. Allí, Bachué les hizo una charla convenciendo a todos con sus consejos de que vivieran en paz y se cuidaran entre sí, “que guardaran los preceptos y leyes que les había dado, que no eran pocos, en especial en orden al culto de los dioses, y concluido todo se despidió de ellos con singulares clamores y llantos de ambas partes”. Al final Bachué y su marido se convirtieron en dos serpientes que regresaron a la laguna y no volvieron a aparecer.

También se contó cómo un hombre de cabello y barba largos, vestido con una túnica blanca, se paseó por toda la Sabana de Bogotá, enseñando cosas buenas a los indios, como el arte del tejido.


[1]Friede, Recopilación, “Estudio preliminar”, 97. Citando el Códice franciscano, siglo XVI. Colección de documentos inéditos, México 1944.

[2]Friede, Recopilación, “Estudio preliminar”, 59 y 96-97.

[3] Fray Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. Edición de Juan Friede (Bogotá: Banco Popular, 1982), 4: 364.

[4] Simón, Noticias, T. III. 4: 363-364.

[5] Simón, Noticias, T. III. 4: 364.

[6] Marúa Eugenia Hernández, Ni con pequeño trabajo, ni con pequeño favor de Dios. El pensamiento de Fray Pedro Aguado y Fray Antonio de Medrano frente a la conquista del nuevo reino de granada. Bogotá: Universidad del Rosario 2013..

[7]Simón, Noticias, T. III. 4: 367.

[8]Simón, Noticias, T. III. 4: 368.