¡Doscientos años de puro sabor!

Versión para impresión Send by email

¡Doscientos años de puro sabor!

Por: jstorres
Publicado el: Julio 2020
De aguapanelería a restaurante, la Puerta Falsa es el más antiguo negocio bogotano. Y está de cumpleaños!!

Por Bernardo Vasco - Periodista Archivo de Bogotá

En mayo de 1816, el pacificador Pablo Morillo llegó a Santafé y de inmediato, siguiendo las normas de guerra, estableció tres tribunales militares: el Consejo de Purificación, para quienes apoyaron la revolución y no cometieron delitos de sangre; la Junta de Secuestros, encargada de reunir bienes para el mantenimiento del ejército, y el Consejo de Guerra Permanente, para juzgar a quienes hubiesen cometido delitos de sangre.

Los ajusticiamientos comenzaron pronto, con las figuras más destacadas del movimiento independentista: políticos, militares, intelectuales y funcionarios del gobierno republicano que se había establecido desde 1810. Siguió luego con súbditos catalogados como informantes o colaboradores, entre los cuales estaban varias mujeres, como Policarpa Salavarrieta y Antonia Santos.

foto1.jpg

Ese mismo aciago año de 1816, a pocos pasos de la Plaza Mayor, y a escasas tres o cuatro cuadras de donde se ubicó el patíbulo, una mujer - de cuyo nombre ya nadie se acuerda- y el párroco santafereño Juan Bautista Sacristán y Galiano –él sí muy conocido- se enredaron en un anodino pleito porque aquella dama invitó a algunos miembros de ciudad a un refrigerio y dejó por fuera al ilustrísimo religioso. “Si hay viandas, se dice que dijo, tienen que ser para todos”.

Mientras en las calles corría la venganza del Rey, y anónimos criollos plantaban cara a Morillo con audaces pasquines temerarios - si no quitan los estancos, si no cesa la opresión, se perderá lo robado, tendrá fin la usurpación”- aquella mujer convenció a su marido para abrir un local –dijéramos una aguapanelería- para saciar el hambre y la sed de los santafereños. Así que alquilaron un local que quedaba justo al frente de la Catedral, en la actual calle 11, para que, además, el ilustrísimo Juan Bautista no se perdiera de ninguna de sus meriendas y bocados.

Hoy 16 de julio, justamente, se conmemoran 214 años de la inauguración de aquel negocio - un zaguán convertido en aguapanelería- que doscientos años después terminó llamándose la Puerta Falsa. ¿Y de dónde este nombre? Como no tenía letrero y quedaba frente a uno de los accesos laterales de la Catedral, ahora tapiado, y que los expertos en arquitectura religiosa denominan puerta falsa, pues los parroquianos de la época con cierto ingenio empezaron llamar al sitio la “aguapanelería de la puerta falsa”. Y así se quedó para siempre.

perfil 2.jpg

Por algo más de siete generaciones, los herederos de aquella emprendedora colonial han conservado las recetas de los más famosos tamales de Bogotá, del chocolate en agua, de la changua más apetitosa y de los dulces más tradicionales del país.

No hay constancia de que don Pablo Morillo hubiese solicitado algún domicilio a la aguapanelería; seguramente no se privó de aquellos manjares. Pero, sea como fuere, lo cierto es que por un ladito de la Puerta Falsa se inició el aún inacabado proceso de construir nación, de ese país que llamamos Colombia, y que comenzó a gestarse tras los excesos justicieros del Pacificador: en  nueve meses, entre 1815 y 1816, durante el periodo de la Reconquista, aquel militar hizo fusilar la friolera de más de 150 figuras notables de las nacientes repúblicas de la Patria Boba, como Cartagena, Tunja, Antioquia, Cundinamarca, Mariquita y Neiva.

… A dos cuadras de la Puerta Falsa y otras adyacentes, ciertamente, sucumbió una generación de jóvenes románticos e idealistas, inspirados en las luces de la revolución francesa, de la que España se deshizo porque, al decir del propio Morillo, no necesitaba de sabios. Cayeron Policarpa Salavarrieta, Camilo Torres, Jorge Tadeo Lozano, Emigdio Benítez, Francisco José de Caldas, Miguel de Pombo, Crisanto Valenzuela, Francisco García, José Gregorio Gutiérrez, entre tantos otros.

En cualquier caso, así es la historia, esta nota quiere rendir homenaje al más antiguo merendedero bogotano. Y entonces esta nota se acaba con dos simples y emotivas palabras: “Feliz cumpleaños”.